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Este mandamiento nuevo les doy: Que se amen los unos a los otros; así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. Jn 13:34.
El amor es un acto de la voluntad.
Dios dice que debemos decidir amarnos los unos a los otros. Debemos amar a otros creyentes a pesar de cómo nos sintamos con respecto a ellos, o cuán antipáticos parezcan ser. No importa lo difícil que esto sea, nosotros debemos, activa, constante y profundamente, amar a los creyentes que Dios trae a nuestras vidas, nuestras familias y nuestras iglesias en casa. Amar es un mandamiento. Nuestra decisión de amar es un acto de obediencia. Dios considera tan importante el amarnos los unos a los otros que nos dijo que debemos hacerlo en 1Jn 4:21. Esta es una lección tan importante que el apóstol Juan constantemente describe el amor y la obediencia como sinónimos. Si usted ama a Jesús, obedecerá sus mandamientos. ¿Por qué el obedecer está relacionado con el amor? Porque refleja unidad entre los creyentes. Una unidad de espíritu en nuestras familias e iglesias en casas, que es básica para la obra del reino. “Este es el mensaje que han oído desde el principio, que nos amemos los unos a los otros” (1Jn 3:11); Cristo derrota el mito de que el amor se basa en pensar cosas agradables, o sentir emociones tiernas. Él lleva la definición del amor aun nivel más alto, donde la conducta y la creencia se combinan en una acción devota. El amor deja de ser un romance del patio de la escuela, o una relación que dicta la compatibilidad. Por el contrario, el amor verdadero es, y siempre ha sido, el de una madre dando traspiés para llegar a la cuna de su bebé por quinta vez durante la noche. O el de un pasajero ofreciendo su lugar en un bote salvavidas para que alguien más del barco que se está hundiendo se salve. Amor es Cristo en la cruz, muriendo por nosotros, aunque todavía estemos perdidos en nuestros pecados (Ro 5:8). Jesús nos pide que veamos a las demás personas como hijos muy valiosos de Dios, que bien valen la inversión de nuestro tiempo, atención y energía. Como miembros de la familia de Dios, debemos decidir amar, no a quien amar. El amor requiere comunidad (compañerismo). No podemos obedecer los mandamientos de Cristo si nos aislamos. Tenemos que estar relacionados con los demás para amarnos los unos a los otros. Estar “en comunidad” nos fuerza a abandonar nuestras relaciones “de fantasía”, en las cuales nos es fácil llevarnos con todos los conocidos, y todos los conflictos se resuelven en concesiones felices. Dios nos formó a cada uno de nosotros de manera diferente, y Él sabe que todo traemos a cualquier comunidad perspectivas y necesidades distintas. Las heridas, los hábitos y complejos que se presentan en cualquier grupo, crean un potencial para el conflicto. Pero el diseño de Dios, es usar ese conflicto para ayudarnos a crecer en Cristo. El amor conlleva normas altas. Jesús dice que debemos ser “los unos para los otros” lo que Él es para nosotros. El amor de Cristo es desinteresado, sacrificial y sumiso a la voluntad del Padre. Sus normas de amor son personales, alcanzando a los que no lo merecen, mirando más allá de las faltas, para ver las necesidades desesperadas de sus corazones. Su norma es tan pasmosa, que solo podemos alcanzarla si fielmente adaptamos Ga 2:20: “Ya no solo soy yo quien se ama, sino que Cristo ama en mí a los demás; y esta persona antipática que ahora yo amo, la amo por la fe del Hijo de Dios, quien me amó primero y dio su vida por esta persona tan poco merecedora de su amor, que soy yo.” Lo principal es esto: Como una comunidad de creyentes con propósito, no debemos medir el amor según el mínimo de lo que podemos hacer, ni tampoco debemos limitarlo solo para aquellos que parecen merecerlo. Nuestra norma del verdadero amor es que Dios nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. Ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.