Practiquen la hospitalidad entre ustedes sin quejarse. 1P 4:9.
Corazones abiertos guían a casas abiertas.
Para el cristiano la hospitalidad no es una opción, es un mandato. Se nos manda que practiquemos la hospitalidad desde el ejemplo del patriarca Abraham, que vio a tres visitantes santos mientras cruzaban por la arena ardiente hasta incluso el sabio consejo del apóstol Pablo. Para algunos, la hospitalidad es tan natural como respirar. Para otros, es una práctica que necesitan adquirir. Para todos, esto debe ser un don que se educa. El ministerio de Cristo para este mundo agotado, cautivo, ciego y oprimido, debe de una manera u otra también ser nuestro. A muchos de nosotros se nos ha dado una herramienta muy útil por medio de la cual ministrar: el milagro de un hogar cristiano. Si los cristianos abrieran sus hogares, y practicaran la hospitalidad como la definen las Escrituras por medio del establecimiento de iglesias en casa, alteraríamos significativamente la estructura de la sociedad. Podríamos jugar un papel mayor en su redención espiritual, moral y emocional. Piense en el impacto que la iglesia podría hacer en una sociedad si solo cuatro o cinco familias en cada congregación cuidaran de niños necesitados, los criara con mayor amor y los llevara a Cristo. Si un área grande tiene cientos de iglesias, cuatro o cinco hogares multiplicado por cien podría involucrar por lo menos de cuatrocientos a quinientos niños. Muchos que dicen ser seguidores de Cristo no comprenden estos puntos básicos de la hospitalidad. Hemos permitido que el mundo nos obligue a entrar en su molde. Recibir visitas quiere decir: “Te quiero impresionar con mi hermoso hogar, mis decoraciones inteligentes, mi cocina profesional”. Sin embargo, la hospitalidad busca ministrar y expresa: “Esta casa no es mía. Es un verdadero regalo proveniente de Jesucristo. Yo soy su siervo y la uso como Él desea”.
La hospitalidad no procura impresionar, sino servir. Recibir visitas siempre le da prioridad a las cosas en lugar de a las personas. “Tan pronto como termine la casa, decore la sala, complete todas las cosas, limpie la casa, entonces es que empezaré a traer personas”. “Fulano y fulano vienen. Debo comprar nuevo esto y aquello antes de que lleguen”.
Sin embargo, la hospitalidad pone a las personas antes que a las cosas. “No tenemos muebles, comeremos en el suelo”. Recibir visitas declara: “Esto es mío, estas habitaciones, estos adornos. Mire, por favor, y admírelos”. La hospitalidad susurra: “Lo que es mío también es tuyo”. La hospitalidad deja a un lado el orgullo y no le importa que la otra persona vea nuestra humanidad. Como no estamos manteniendo falsas pretensiones, la persona se relaja y siente que quizás podemos ser amigos. La iglesia de hoy necesita bañarse en el amor, la aceptación, la hospitalidad y la falta de egoísmo. A menos que desarrollemos un verdadero espíritu de aceptación en las familias de la iglesia, la hospitalidad que extendemos a nuestro mundo será hipócrita. Cuando nuestros hogares y la familia de Dios sean lo que nuestro Señor Jesús quiere que sean, con naturalidad extenderemos una disposición para recibir a los vecinos que nos rodean. Es espantoso ver cuán pocos cristianos han entrado en la vida de su vecindario. Hay una herencia cercana a la cual nuestro Padre desea que nosotros ministremos. ¡Cuán pocos de nosotros estamos tratando de encontrar maneras de servir en nuestro vecindario para extender misericordia! A menudo, nuestra cristianidad “oficial” y las muchas reuniones y actividades de la iglesia que se reúne en un edificio, nos hacen menos accesibles a los vecinos y familiares en lugar de hacerlos más accesibles. Si los cristianos, corporalmente, comenzaran a practicar la hospitalidad, podríamos jugar un papel importante en la redención de nuestra sociedad. No hay mejor lugar para lograr la redención que en los hogares de los siervos cristianos; y mientras más tratamos con el cautivo, el ciego, el oprimido, más reconoceremos que en este mundo no hospitalario, el hogar de un cristiano es un milagro para compartir. En el diccionario, la definición de hospitalidad incluye la palabra "hospicio", que significa casa para albergar y recibir a peregrinos, y la palabra "hospital" lo cual es un lugar para curarse. Por último, esto es lo que ofrecemos cuando abrimos nuestros hogares con el verdadero espíritu de hospitalidad: ofrecemos asilo, ofrecemos curación.
Aquí verá algunos pasos prácticos hacia la hospitalidad:
1. Determine cómo sus hábitos le evitan ser más hospitalario.
2. Evalúe sus dones y cómo los puede emplear para la hospitalidad.
3. Sea un hogar que reciba a un grupo pequeño.
4. Únase a alguien en un equipo de anfitriones para llevar comida a los necesitados.
5. Traiga a vivir a su hogar a un adolescente problemático.