miércoles, 25 de agosto de 2010

Tema del dia 11

[Escucha y Lee]

Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios Ro 15:7

Debemos aceptar a los demás de la manera en que Jesús nos acepta.

Jesús nos ama incluso hasta cuando nos comportamos de la peor manera. “Demostrando su amor por nosotros cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5:3). Él nos acepta como a sus hijos queridos (Ef 1:6), a pesar de nuestras vidas desordenadas, los motivos impuros y las actitudes irritantes que a veces tenemos. Él nos acepta, pero esto no quiere decir que tolere ningún pecado. Más bien, reconoce que somos la obra de Dios, “cada uno de nosotros es un hijo de Dios con forma única y creado para un propósito específico” (Ef 2:10). Una de las maneras en que nos amamos los unos a los otros es aceptándonos mutuamente igual que Cristo nos acepta. Esto trae gloria a Dios. “Acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes” (Ro 15:7b). Pero nuestra aceptación de los demás también debe incluir a los incrédulos, sabiendo que, aunque todavía son pecadores, Cristo murió por ellos. “¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera?” (1Co 5:12). Esto no significa que toleremos el pecado; sin embargo, mucho de nuestro rechazo a los que están fuera de la iglesia se basa en el temor y los perjuicios de que la gente necesita ser como nosotros antes de que puedan estar con nosotros. Jesús no tenía temor de ser amigo de los incrédulos (Lc 19:7). Él vio más allá del pasado en sus vidas para ver lo que Dios intentó que fueran al crearlos, Él entendió que aceptar a las personas no es lo mismo que aceptar sus pecados. Como dice el antiguo dicho: "Ama al pecador, no al pecado". Uno de los mejores ejemplos de Jesús haciendo esto está en la historia de Zaqueo, donde Jesús encontró al odiado recaudador de impuestos sentado en un árbol (Lc 19:1-10). En este encuentro aprendemos las características de la aceptación al estilo de Cristo:


Primero, no importa donde estén, Jesús los encontrará allí. Debemos aceptar a los incrédulos a pesar de las circunstancias de sus vidas, mirándolos como lo hace Jesús, con ojos de amor. Jesús sabe todo lo que ellos han hecho, todo lo que han dicho, todo lo que han pensado, y no obstante, todavía los ama y acepta. ¡Y nosotros también debemos hacerlo! Una de las expresiones más profundas de amor es la atención, Mostramos el amor de Dios a los incrédulos cuando empleamos tiempo con ellos. El tiempo es un don precioso para cualquiera, porque es algo que nunca se puede recuperar. Hay personas a nuestro alrededor que se mueren deseando que las noten, se mueren porque alguien les regale tiempo. Necesitan saber que le importan a Dios, y que él las creó con un propósito y para un propósito.


Segundo, no importa el apodo que las personas les den, Jesús sabe el nombre de ellos. Mientras que todos los demás estaban acusando a Zaqueo de ser un pecador, Jesús lo llamó por su nombre y lo alcanzó con la amistad. Y este don de la amistad cambió el corazón de Zaqueo. Jesús quiere que hagamos lo mismo. Él quiere que alcancemos a los perdidos con su amor y aceptación. Él quiere que veamos a otros como Él nos ve a nosotros, y que los involucremos en los propósitos de Su Reino mediante el amor genuino y la amistad.


Tercero, no importa lo que hayan hecho, Jesús no los rechazará. La buena conducta nunca ha sido un pre-requisito para tener amistad con Jesús. Él ama y acepta a las personas no importa lo que hayan hecho. Él está mucho más interesado en cambiarnos que en condenarnos. Si Zaqueo fue algo parecido al resto de nosotros, es probable que pensara que no era lo suficiente bueno como para invitar a Jesús a venir a su casa, pero la realidad es esta: Jesús lo había visto todo. No importa lo que hayan hecho, Jesús les dice: “Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que a mi viene, no lo rechazo” (Jn 6:37). Jesús no solo tiene un plan y propósito para su vida, sino también tiene un plan y un propósito para aquellos que todavía no creen en Él. Es por eso que él quiere que salgamos a alcanzar y le demos la bienvenida a otros a la familia de Dios.