Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él. Col 3:17
Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (Gá 2:20)
Como creyentes, nuestro papel en la vida ha cambiado. Ya no tenemos la tarea de salir a defender nuestros intereses. Ahora nuestro trabajo es representar los intereses de Jesús. Debemos ser su cara, manos y pies, manifestándonos de parte de Él en la vida de los demás. Representamos a Jesús en el hospital, en la funeraria, en una boda, en la otra parte de la cerca mientras hablamos con nuestros vecinos. No somos de este mundo, pero estamos en este mundo. Hacemos la función de embajadores de Cristo (2Co 5:14-21); servimos de acuerdo a la voluntad del Rey Jesús. Servimos como voceros y siervos del reino de Dios, siempre preparados a dar una explicación acerca de la esperanza que tenemos (1P 3:15), mientras seguimos recordando que este mundo no es nuestro hogar (1P 2:11). Alcanzamos a los incrédulos al vivir de manera tal que ellos nos pregunten acerca del Rey que representamos. Como embajadores de Cristo, trabajamos fuertemente para comprender la cultura y así traducir los mensajes de nuestro Rey de manera que los ajenos a Su Reino entiendan sus mandamientos y normas de gracia. Ser embajadores es más que solo un trabajo, es nuestro llamado supremo. Sin embargo, para ser embajadores fieles, tenemos que hacer una decisión muy simple, pero muy crítica: ¿queremos impresionar a los incrédulos o queremos ejercer influencia en ellos? Si nuestro objetivo es impresionarlos, entonces podemos hacer esto a la distancia, pero eso también deja al reino de Dios a la distancia. Si queremos ejercer influencia en los incrédulos, tenemos que acercarnos lo suficiente para que ellos vean nuestras faltas y debilidades, pero ahí es donde también verán nuestra fe como verdadera y necesaria. ¿Cree que Dios quiere que usted impresione o ejerza influencia en los incrédulos? He aquí algunas maneras de extender nuestra influencia como representantes de Jesús:
1. Sonríale a las personas. Dios dice que una mirada alegre trae gozo al corazón (Pr 15:30). Usted puede influir en otros con una simple sonrisa
2. Simpatice con la gente.
Puede brindar apoyo emocional y ánimo a las personas afligidas. “Dios nos consuela en todas nuestra tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren” (2Co 1:4).
3. Sirva a las personas. Mientras más sirva a otros en amor, más influencia tendrá en ellos. Pablo dijo: “Aunque soy libre respecto a todos, a todos me he hecho esclavo para ganar a tantos como sea posible” (1Co 9:19).
4. Hábleles. Ser un representante de Cristo requiere valor, debemos dejarle saber a la gente que somos creyentes. Su amor no solo nos impulsa a explicar nuestra fe, a veces también nos urge a confrontar la conducta maligna de otros. “Que los digan los redimidos del Señor” (Sal 107:2).
5. Sacrifíquese. “Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente” (He 9.14). Un gran sacrificio es igual a una gran influencia, y esto puede significar que su influencia aumentará solo después de que usted salga de su zona de comodidad. Si su sacrificio lo ayuda a cambiar el mundo, ¿valdría la pena sacrificarse?
Ore desde hoy: "Dios, yo quiero ser tu representante. Quiero que me uses para influir a cada persona con la que me relacione hoy, muéstrales a ellos la profundidad y anchura de tu amor".