jueves, 26 de agosto de 2010

Tema del dia 15

[Escucha y Lee]

También nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás . Ro 12:5

Nos necesitamos mutuamente. 

Recientemente, hubo una noticia acerca de Jim Sulkers, un residente de Winnipeg, Manitoba, que murió en su cama y permaneció allí durante dos años antes de que los vecinos en el mismo complejo de edificios lo descubrieran. El hombre vivió allí durante 20 años, pero nadie lo extrañó.

¿Por qué somos tan reacios a admitir nuestra necesidad de los unos por los otros? Existen dos razones poderosas:

Primero, nuestra cultura glorifica el individualismo. Admiramos la independencia, las personas autosuficientes a las que parece que les va bien por su cuenta. Pero la triste verdad es que debajo de esa apariencia de confianza, por lo general hay una persona solitaria e insegura con un corazón lleno de dolor. La soledad es la enfermedad más común en el mundo, sin embargo, continuamos fabricando paredes en lugar de puentes entre unos y otros.

Segundo, somos orgullosos. Muchas personas, especialmente los hombres, consideran que pedir ayuda o expresar una necesidad es admitir una debilidad. Pero no hay vergüenza alguna en necesitar a otros. ¡Dios nos hizo de esa forma! Él quiere que sus hijos dependan el uno del otro. En “Una Vida con Propósito" aprendemos que Dios quiso que experimentáramos la vida juntos. Si usted todavía no ha leído este libro, la va a leer a partir del día 41. Estamos creados para relacionarnos. Nos formaron para tener compañerismo con la familia de Dios y fuimos creados para la comunidad. No es la voluntad de Dios que usted vaya por la vida solo. Incluso en el ambiente perfecto, sin el pecado del Edén, Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2:18). Dios odia la soledad. Eso no quiere decir que todos se deban casar; significa que todos necesitamos una familia espiritual, y es por eso que Dios creó la iglesia. Cuando Dios lo salva y adopta en su familia, Él interviene en su vida con la vida de los demás creyentes.

Usted no es solo un creyente, es alguien que pertenece. “Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno es miembro de ese cuerpo” (1Co 12:27). La palabra "cuerpo" a menudo se usó para describir a un grupo de personas relacionadas con un propósito. En la escuela, usted era parte de un cuerpo de estudiantes. Los líderes políticos elegidos forman el cuerpo legislativo. Pero cuando Dios llama a la iglesia "el cuerpo de Cristo", él piensa en cuerpos humanos donde cada parte está interrelacionada e interdependiente. “También nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo” (Ro 12:5a). Al igual que las partes de cualquier cuerpo viviente, es imposible para los creyentes florecer sin los demás. “El ojo no puede decirle a la mano: Note necesito. Ni puede la cabeza decirles a los pies: No los necesito.” (1Co 12:21).

Usted debe tener una relación de compañerismo en una iglesia para sobrevivir espiritualmente. Más que eso, usted necesita estar en una iglesia en casa en la que pueda amar y ser amado, servir y ser servido, decirle a otros lo que está aprendiendo y aprender de otros. Eso no lo podrá hacer en medio de una multitud o en un edificio eclesiástico. Ya que Dios nos ha llamado a tener compañerismo, esta semana veremos cómo edificar la comunidad con nuestros hermanos y hermanas en la familia de Dios.

El primer paso es admitir que nos necesitamos unos a otros; vivir como si nuestras vidas espirituales dependieran la una de la otra. ¿por qué así? “Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente” (Ro 12:10).

Vivir en comunidad requiere humildad. Debemos continuamente recordarnos que nos pertenecemos unos a otros y nos necesitamos unos a otros.