Por lo tanto, dejando la mentira, habla cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo. Ef 4:25.
La honestidad refuerza la comunidad.
La honestidad profundiza nuestras relaciones, permitiéndonos ser transparentes los unos con los otros (Pr 24:26). Mantiene nuestra comunidad auténtica y dispuesta a recibir, liberándonos para decir la verdad en amor (Ef 4:15) a medida que practicamos una integridad extraordinaria (Tit 2:7). Nos hace sensibles a la guía del Espíritu Santo (Jn 16:13) y nos ayuda a luchar con las decepciones que podrían corromper nuestras vidas en Cristo (2Co 10:5). Ser honestos requiere que digamos lo que sentimos y sintamos lo que decimos (Mt 5:37). Debemos mostrar la misma honestidad en público que en privado (Hch 20:20). Estamos comprometidos con una sola verdad, no con muchas (Jn 14:6). Se acabaron las mentiras. Como nuevas criaturas en Cristo, nos hemos despojado del viejo hombre y de acuerdo a eso, no debemos mentirnos unos a otros (Col 3:9). “El maligno es el padre de las mentiras. No hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso.” (Jn 8:44). Los que desechan la verdad son pecadores y débiles (Ro 1:18), pero nosotros conocemos la verdad, y la verdad nos hará libres (Jn 8:32).
Existen dos tipos de mentiras:
Mentiras por comisión:
Estas son las mentiras en las que específicamente hacemos declaraciones falsas, pero la Biblia dice que dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad (Ef 4:25). No queremos convertirnos en embusteros hipócritas, que tienen la conciencia encallecida (1Ti 4:2). Es decir, personas que han mentido tan bien durante tanto tiempo que han perdido la capacidad para decir la verdad y la ven solo como un recuerdo difuso (1Ti 6:5).
Mentiras por omisión: Estas son las mentiras en las que dejamos de decir toda la verdad, o pasamos por alto los engaños de otros. Estas mentiras son características de los "lisonjeros" que estaban a la moda en los tiempos de Pablo para ganar la entrada de casa en casa cautivando a mujeres débiles cargadas de pecados (2Ti 3:6) con el propósito de tomar ventaja de ellas. A fin de cuentas, más se aprecia al que reprende que al que adula (Pr 28:23). Nos honramos mutuamente cuando damos una respuesta sincera (Pr 24:26).
No debe haber "más pretensión". “Más bien, hemos renunciado a todo lo vergonzoso que se hace a escondidas; no actuamos con engaño ni torcemos la palabra de Dios. Al contrario, mediante la clara exposición de la verdad, nos recomendamos a toda conciencia humana en la presencia de Dios” (2Co 4:2). No debe haber necesidad de leer entre líneas porque no estamos escribiéndoles nada que no puedan leer ni entender (2Co 1:13), porque debemos hablar la verdad sin rodeos de ninguna clase. “En efecto, destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo” (2Co 10:5). De lo contrario, la falta de honestidad contaminará nuestra vida junta, y será muy difícil desarrollar una confianza más profunda del uno por el otro (Lc 16:10). Por ejemplo, tal vez pensemos que no sería un problema retractarnos de algo que dijimos, pero puede causar dificultades a través de toda la congregación. El Nuevo Testmento relata un incidente así en la iglesia de Galacia (Gá 2:12), cuando el apóstol Pedro le dijo a algunos cristianos nuevos una cosa pero luego hizo todo lo contrario. Sus actos amenazaron la fe de una congregación llena de creyentes completamente nuevos, así que Pablo dijo: “Pues bien, cuando Pedro fue a Antioquía, le eché en cara su comportamiento condenable”. (Gá 2:11). “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio” (Fil 4:8). Porque un día Dios dijo: “Ante mi se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios” (Ro 14:11).