De este modo, todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros. Jn 13:35.
El mundo entero está vigilando cómo nos amamos los unos a los otros.
Jesús le dio al mundo el derecho de juzgar la autenticidad de nuestra fe de acuerdo a lo mucho que nos amamos mutuamente. Probamos nuestra fe en Cristo no por las reglas que mantenemos, sino por el amor que damos. Nótese que Jesús no dijo: “Ámame”, para probar que somos sus discípulos. Él dijo: “Ámense los unos a los otros, y eso demostrará al mundo que me pertenecen”. Nuestro amor mutuo es un reflejo tangible y contagioso del amor de Dios, y permite que el mundo sea testigo del poder de las vidas transformadas. Lo mejor que podemos hacer para alcanzar nuestra comunidad para Cristo, es amarnos los unos a los otros. A medida que amemos a las personas en el Reino de Dios, comenzaremos en primer lugar a amar a los miembros de nuestra familia y a otros creyentes. Mientras que el mundo no vea el amor de Dios en la comunidad cristiana, le será difícil creer que Dios existe. Cuando realmente nos preocupamos el uno por el otro, le mostraremos al mundo un amor tan tangible y contagioso que ellos no podrán resistir el sentirse atraídos. “Mientras el mundo nos observa, verán en nosotros un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento.” (Fil 2:2). “No solo debemos buscar nuestros intereses personales, sino también los intereses de los unos por los otros.” (Fil 2:3-4).
El mundo está desesperado por tener amor y un sentido de comunidad, y nosotros debemos ser la sal (Mt 5:13) que aumente su sed de agua viva (Jn 4:10). “De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva.” (Jn 7:38). El amor del uno por el otro muestra al mundo nuestra unidad con el Padre y también muestra que la comunidad requiere unidad, una unidad en los propósitos de la vida. Jesús le dijo al Padre: “Para que todos sean uno, Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos estén también en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.” (Jn 17:21). Esto significa que la influencia de nuestras iglesias en casa no gira alrededor de la asistencia, ni los edificios, ni los programas. Nuestra influencia dentro de la gran comunidad se basa en el amor del uno por el otro. Hacemos una declaración acerca de Dios de acuerdo a la manera en que nos amamos mutuamente. Tal vez sea una declaración positiva o negativa, pero la realidad es que a menudo la gente forma su opinión de Dios basándose en nuestra reputación individual. Quizás usted sea el único cuadro de Jesús que ellos vean. Quizá formen su opinión de Dios basándose en la reputación de nuestras iglesias en casa. ¿Cómo nos llevamos? ¿Cómo nos apoyamos? ¿Cómo nos criticamos? ¿Cómo nos queremos? Es alarmante pensar que a menudo nos conozcan por las cosas a las cuales nos oponemos, en lugar de conocernos por las que sí favorecemos: las buenas nuevas de amor. “¡Cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor que abarca más de lo que cualquiera de nosotros pudiera imaginarse!” (Ef 3:18) Nuestra comunidad de unidad debe reflejar la fe que tenemos en el amor de Jesucristo. Nuestras iglesias en casas deben ser puntos de amor y luz en la oscuridad de nuestras comunidades. Jesucristo dice: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes, y alaben al Padre que está en el Cielo.” (Mt 5:16).
El mundo quiere saber que las buenas nuevas de Jesús son ciertas. El versículo de este día, Jn 13:35, nos dice que nuestro amor del uno por el otro es la prueba que el mundo está buscando. La gente se impresiona menos con nuestras palabras que con nuestras acciones de amor del uno por el otro. Su amor por los demás habla volúmenes acerca del amor de Dios. ¿Cuán alta es su voz?