martes, 7 de septiembre de 2010

Tema del dia 37

[Escucha y Lee]

Pero Roboam actuó mal, porque no tuvo el firme propósito de buscar al Señor. 2Cr 12:14. 

Cuando adoramos con un corazón que no está preparado, pecamos. 

Dios no espera que nuestra adoración en conjunto sea perfecta, pero sí espera que esté enfocada, que cada uno de nosotros llegue al culto con un corazón preparado y con una mente libre de estorbos. En esta ofrenda conjunta a Dios debemos hacer conciencia de Su presencia, la presencia de un Ser Santo, el único y verdadero Dios, con acción de gracias (Sal 95:2). Nuestra adoración en grupo es en realidad una extensión de nuestro andar diario con Dios, en el que nuestras actitudes y acciones ya sirven para adorar al Creador (Ro 12). Nuestro amor hacia los demás es otra manera de adorar que se convierte en un elemento crítico en nuestra habilidad para glorificar a Dios con un solo corazón y a una sola voz (Ro 15:6). Si no aplicamos las lecciones de "los unos a los otros" que hemos estado estudiando durante las últimas seis semanas, podríamos poner trabas a la capacidad de nuestra congregación para alabar a Dios con una sola voz. Tenemos que limpiarnos de cualquier cosa que empañe nuestra comunión con Dios. El salmista declaró: ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en su lugar santo? Sólo el de manos limpias y corazón puro, el que no adora ídolos vanos ni jura por dioses falsos… Tal es la generación de los que a ti acuden, de los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob (Sal 24:3-4,6). La muerte y la resurrección de nuestro Salvador Jesucristo han hecho puros nuestras mentes y corazones. Es solo por medio de él que nuestra adoración es aceptable a Dios. Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre (He 13:15).

Prepararse para la adoración quiere decir que disminuyamos la velocidad, que dejemos de mirarnos a nosotros mismos y comencemos a meditar en lo que Dios ha hecho por nosotros. Esto llenará nuestros corazones con una gratitud que podemos expresar por medio de la alabanza: Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida (Sal 84:2). La falta de armonía dentro de la congregación también puede empañar la adoración colectiva. Jesús consideraba nuestra unidad tan importante que dijo que debíamos dejar de adorar y arreglar las cosas con cualquiera que tuviera algo en nuestra contra. Solo después de que hayamos reparado nuestras relaciones rotas podemos regresar a adorar. Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda (Mt 5:23-24). ¡Qué rápido se restaurarían las relaciones rotas en la congregación si todos acordáramos no tener cultos cada fin de semana hasta que todos estuviéramos en paz con los demás!

Una vez que hayamos examinado nuestro corazón, nos preparamos para la adoración colectiva al decirle a Dios antes de la reunión:
1.  Vengo para concentrarme en ti, Dios, no en nada más. Ayúdame a aclarar mi mente y adorarte de todo corazón. Quiero llegar ser conciente de tu presencia sin reservas (Sal 86:11).
2.  Vengo a darte, no a recibir. Quiero buscar tu rostro y no tu mano. No tengo ningún plan excepto ministrarte, mi Señor (Sal 41:13).
3.  Vengo a ofrecer mis alabanzas y a usar mi corazón, mi voz y mis manos para adorarte. Escojo concentrarme en tu bondad y tu misericordia y no en los errores o metodologías humanas. Escojo no criticar a mis hermanos o hermanas que también vienen a darle gloria a tu nombre.


La invitación de Dios a que le adoremos es un privilegio inmensurable. Que nunca lo demos por sentado.