Formado para servir a Dios.
Me hiciste con tus propias manos; tú me diste forma. Job 10:8
El pueblo que yo me he formado contará mis alabanzas. Is 43:21
Fuiste formado para servir a Dios.
Dios formó a cada criatura de este planeta con un área especial de habilidades. Algunos animales corren, otros saltan, otros nadan, otros se encuevan, y otros vuelan. Cada uno tiene un papel particular a jugar, basado en la manera en que fueron formados por Dios. Lo mismo pasa con los seres humanos. Cada uno de nosotros fue diseñado de manera única, formado para hacer ciertas cosas. Antes de diseñar un nuevo edificio, lo primero que se pregunta un arquitecto es: “¿Cuál será su propósito? ¿Cómo será usado?” La función intenta siempre determinar la forma del edificio. Antes que Dios te hiciera, decidió qué rol quería que jugaras en la tierra. Él planeó con exactitud cómo quería que lo sirvieras, y te formó para esa tarea. Eres de la manera que eres, porque fuiste hecho para un ministerio específico. La Biblia dice: “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras”. La palabra poema viene del griego que significa “hechura”, “artesanía”. Eres una obra de arte hecha a mano por Dios. No eres hecho en una línea de producción, ni ensamblado ni producido en cantidades industriales. Eres un diseño hecho a la medida, una pieza original. Dios deliberadamente te hizo y te formó para que le sirvieras de cierta manera que hace que tu ministerio sea único. Con sumo cuidado mezcló un cóctel de ADN con el que te hizo. David alabó a Dios por ese increíble cuidado personal y lo detalla: “Tú hiciste todo lo delicado, las partes interiores de mi cuerpo y las uniste en el vientre de mi madre. ¡Gracias por hacerme maravillosamente complejo! Tu hechura es prodigiosa”. como Ethel Waters dice: “Dios no hace chatarra”. Dios no sólo te formó antes que nacieras, sino que planeó cada día de tu vida para apoyar su proceso para formarte. David continúa diciendo: “Cada día de mi vida fue grabado en tu libro. Cada momento fue organizado antes de que el día pasara”. Eso quiere decir que nada de lo que pasa en tu vida es irrelevante. Dios usa todo eso para formarte para que ministres a otros y te forma para servirlo a él. Dios no desperdicia nada. Él no te daría habilidades, intereses, talentos, dones, personalidad y experiencias a menos que tenga la intención de usarlos para su gloria. Si identificas y entiendes esos factores puedes descubrir la voluntad de Dios para ti. La Biblia dice que eres “maravillosamente complejo”. Eres una combinación de muchos factores diferentes. Para ayudarte a recordar cinco de esos factores, hice un acróstico sencillo con la palabra FORMA (indistintamente usaré cualquier sinónimo de esta palabra). En este capítulo y el próximo estudiaremos esos cinco factores y le daremos seguimiento, te explicaré cómo descubrirlos y usarlos.
CÓMO TE FORMA DIOS PARA TU MINISTERIO.
Siempre que Dios nos da una asignación, nos equipa con lo que necesitamos para cumplirla. A esta combinación de aptitudes se le llama moldear o dar FORMA:
- Formación espiritual
- Oportunidades
- Recursos
- Mi personalidad
- Antecedentes.
FORMA: FORMACIÓN ESPIRITUAL.
Dios le da a cada creyente dones espirituales para usarlos en el ministerio. Son habilidades especiales dadas por Dios a los creyentes para servirle.
FORMA: OPORTUNIDADES PARA TU CORAZÓN.
La Biblia usa el término corazón para describir el manojo de deseos, esperanzas, intereses, ambiciones, sueños y afectos que posees, en fin, oportunidades. Tu corazón es la fuente de todas tus motivaciones, lo que amas hacer y lo que más cuidas. Aún hoy usamos la palabra de esta manera cuando decimos: “Te amo con todo mi corazón”. La Biblia indica: “En el agua se refleja el rostro, y en el corazón se refleja la persona”. Tu corazón revela lo real de ti, lo que eres verdaderamente, no lo que otros piensan de ti o lo que las circunstancias te impulsan a ser. Tu corazón representa la fuente de tus motivaciones, por qué actúas en la forma en que lo haces. Físicamente, cada uno de nosotros tiene latidos del corazón característicos. Así como cada uno tiene huellas dactilares únicas, tono de voz, etc., no hay dos latidos de corazón idénticos. Es asombroso que entre todos los billones de personas que viven, no haya otra que tenga los latidos del corazón exactamente igual a los tuyos. De la misma manera, Dios nos ha dado a cada uno “un latido” emocional” único que se apresura cuando pensamos acerca de temas, actividades o circunstancias que nos interesan. Instintivamente ponemos más atención a ciertas cosas que a otras. Esos son indicios que señalan dónde debes servir. Otra palabra que tiene que ver con el corazón es pasión. Hay ciertos temas que te apasionan y otros que no te interesan. Algunas experiencias captan tu atención mientras otras pasan inadvertidas o te aburren. Eso revela la naturaleza de tu corazón. Mientras crecías, puede que hayas descubierto algunas cosas muy interesantes, las cuales no le interesaban a nadie más en tu familia. ¿De dónde proceden esos intereses? Provienen de Dios. Él tiene un propósito al darte esos intereses natos. Tu latido emocional es la segunda llave para entender tu forma para servir. No ignores tus intereses. Considera cómo podrías usarlos para la gloria de Dios. Debe haber una razón por la que te agrada hacer esas cosas. La Biblia declara con insistencia: “Sirve al Señor con todo tu corazón”. Dios quiere que le sirvas con pasión, no por obligación. Las personas rara vez dan lo mejor de sí al realizar tareas que no disfrutan. Dios quiere usar tus intereses naturales para servir a otros y a Él. Escuchar tu motivación interna puede apuntar al ministerio que Dios quiere que tengas. ¿Cómo sabes que le sirves a Dios con tu corazón? La primera señal es el entusiasmo. Cuando haces algo que te gusta, nadie tiene que motivarte o retarte. Lo haces por puro gozo. No necesitas recompensas o aplausos o pagos, porque disfrutas sirviendo de esa manera. Lo opuesto también es cierto, cuando no tienes corazón para hacer algo, te desanimas con facilidad. La segunda característica de servir a Dios con todo tu corazón es la efectividad. Cuando haces algo para lo que Dios te hizo amar, entonces das lo mejor de ti. La pasión exige perfección. Si no te interesa una tarea, probablemente no des lo mejor. En contraste, las personas que logran metas en cualquier campo son las que hacen las cosas con pasión, no por obligación o ganancia. Oímos a la gente decir: “Acepté un trabajo que detesto; lo que deseo es hacer dinero, así que algún día renunciaré y haré lo que me gusta hacer”. Ese es un error muy grave. No pierdas tu vida en un trabajo que no exprese tu corazón. Recuerda, lo más grande en la vida no son las cosas. Vivir una vida con propósito es más importante que todo el dinero del mudo. El hombre más rico del mundo, Salomón, dijo una vez: “Una vida simple en el temor de Dios es mejor que una vida rica con una tonelada de dolores de cabeza”. No te conformes con buscar “la buena vida”, porque no es lo suficientemente buena. Al fin y al cabo no satisface. Puedes tener mucha vida y aún así no tener nada por lo cual vivir. En vez de que tu meta sea “una vida mejor”, sirve a Dios en una forma que expreses tu corazón. Descubre lo que te gusta hacer, lo que Dios te puso en el corazón, y hazlo para su gloria. Esa es tu oportunidad.