Por fe logramos clamar por lo que necesitamos, y Dios responde haciéndolo realidad.
Esta serie es de dos partes, con el tema de la oración, pero con aspectos fundamentales para hacer la oración que logra resultados. Si el creyente sigue fielmente estos pasos en oración, podrá estar seguro de su respuesta.
(1) DECIDE QUÉ NECESITAS DE DIOS.
Stg 1:6-8 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
Las Escrituras arriba nos muestran la importancia de las decisiones. Santiago dijo que si un hombre tiene doble ánimo, no puede tener la mente clara, es inestable en todos sus caminos y no puede esperar recibir nada del Señor. Frecuentemente somos indefinidos en nuestras oraciones. Cuando se le pregunta a la gente sobre qué están orando, ellos contestan que no saben. Una persona respondió que solo oraba por orar. Por supuesto que hay un tipo de oración que es para adorar y tener comunión con Dios, pero en esta lección estamos tratando principalmente con la oración que busca tener respuesta a nuestras peticiones. Si no tenemos cuidado, este tipo de oración general es la que surgirá cuando necesitamos ser específicos acerca de alguna necesidad. Si fuéramos a un supermercado y empujamos el carrito de arriba para abajo por los pasillos sin comprar nada, la gente pensaría que algo anda mal con nosotros. Si mandas a un niño a comprar ciertas cosas, y solo compra esas cosas, él está siendo definido. Lo mismo aplica con la oración. Es mejor orar por dos o tres minutos sabiendo por qué estamos orando, que orar sin motivo por dos o tres horas. Decide qué es lo que quieres de Dios y sé específico acerca de eso.
(2) LEE LAS ESCRITURAS QUE PROMETEN RESPUESTA A TU NECESIDAD.
Jos 1:8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
A fin de ser exitosos en nuestra vida de oración, la palabra de Dios debe tener el primer lugar en nuestra vida. Mientras nos alimentamos de Su palabra, la edificamos en nuestra mente. Luego, en tiempos de necesidad, estamos preparados. Podemos usar las Escrituras apropiadas contra el diablo cuando éste trata de hacernos dudar de Dios y robarnos lo que queremos. En el desierto, cuando Satanás tentó a Jesús con convertir las rocas en pan, Jesús le respondió con la palabra, diciendo: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”. Entonces Satanás lo llevó a una montaña muy alta, y le mostró todos los reinos del mundo. Le dijo a Jesús, que si lo adoraba, le daría todos estos reinos. Otra vez respondió Jesús: “Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y solo a él servirás”. Satanás entonces le tomó y le llevó al pináculo del templo y le dijo, “…aviéntate abajo …”. Una vez más, Jesús le respondió con la palabra, “Escrito está: No tentarás al Señor tu Dios” (Lc 4:3-12). Jesús usó la misma arma para derrotar al diablo que la que tienen todos los creyentes hoy en día: La Palabra de Dios. Todo lo que tenemos que hacer frente a la tentación y a la duda, es decir “Escrito está”. Si las Escrituras son firmemente implantadas en nuestro corazón, estaremos preparados para los ataques del diablo. En materia de guía, en la Escritura lo que Dios tiene qué decir acerca de cada situación, la Palabra nos mostrará plenamente Su voluntad. Si las Escrituras no nos prometen lo que estamos buscando, no tiene ningún sentido el orar por eso. No deberíamos querer nada más que la Palabra de Dios diga que no debamos tener. Por otro lado, cuando oramos por cosas que están expresamente prometidas en la palabra, podemos tener la seguridad de que Dios nos dará lo que necesitamos. Es un buen consejo escribir sobre la contra portada de nuestras biblias lo siguiente: “SI LA BIBLIA LO DICE, YO LO CREO, Y ASÍ SUCEDERÁ”, para que cada vez que abramos nuestra Biblia tengamos presente que las promesas de Dios en Su palabra son firmes y seguras. Mucha gente trata de orar más allá de su fe. Es la palabra de Dios la que nos da fe. “Así que la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). La razón por la que la gente no ora con confianza y fe, es porque no conoce suficientemente las Escrituras para saber cómo y qué pedir conforme a la voluntad de Dios. Podrán tener esperanza, pero no lo saben. Al leer la Palabra de Dios, conocemos Su voluntad, y así podemos apropiarnos de Sus promesas para todas nuestras necesidades.
(3) PIDE A DIOS LAS COSAS QUE QUIERES.
Mt 7:7-8 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
En Mt 6:8 Jesús dijo: “vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Aún así, en el siguiente capítulo, en los versos de arriba, Él nos dice que pidamos por nuestras necesidades. Por tanto, a pesar de que Él conoce nuestras necesidades, Él quiere que las pongamos delante de Él y pidamos Su ayuda.
Mr 11:23-24 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
La Nueva Versión Internacional de estos versículos dice: “Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que están pidiendo en oración, y lo obtendrán”. Para entenderlo mejor necesitamos entender que hay dos tipos de verdad: (1) el conocimiento de la verdad por los sentidos (la realidad) y (2) la verdad por revelación (la palabra de Dios). Algunos creen que la verdad pertenece a cosas que pueden ver con los ojos físicos, pero no podemos ver las cosas del Espíritu, que no son de carne ni materiales. Todo lo que necesitamos está provisto en el plano espiritual: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.” (Ef 1:3). Todas nuestras necesidades han sido provistas por Cristo Jesús. No siempre podremos verlas, pero ahí están. Cuando la realidad (el conocimiento de la verdad por los sentidos) contradice la palabra de Dios (la verdad por revelación), debemos comenzar a caminar por la verdad revelada. Camine por lo que Dios dice. Eso que está en el plano espiritual es hecho realidad en el plano físico mediante la fe. La fe toma y transforma esas cosas en realidad en nuestras vidas. Por tanto, cuando ores, cree que ya has recibido lo que pides, y lo recibirás. Esto va más allá de nuestro pensamiento natural. La mente natural no puede entender ni recibir esto, pero nosotros hemos sido llamados por Dios para caminar por fe y no por vista. En una ocasión, un predicador, después del servicio, cuando salió de la pequeña iglesia, un frío le pegó en la cara y la garganta comenzó a lastimarlo, y para cuando llegó al estacionamiento, casi ya no podía hablar. Al día siguiente, su pecho comenzó a doler y ya no podía ni siquiera hablar más fuerte que un susurro. Entonces, comenzó a leer las Escrituras de sanidad. Mientras la Biblia se abría frente a él, oró silenciosamente y dijo: “Señor, tu palabra dice que yo fui sanado; si le pregunto a mi cuerpo si fui sanado, me dirá que no; si le pregunto a mis sentimientos si fui sanado, la respuesta será que no; si le preguntara a la gente alrededor mío si fui sanado, me dirán que no lo fui. Tu palabra dice que sea Dios veraz y todo hombre mentiroso. Así que si digo que no fui sanado, sería un mentiroso. Tu palabra dice que tú no puedes mentir (Ro 3:4)”. Cuando llegó la hora del siguiente servicio, se paró frente al micrófono y dijo que quería agradecer a Dios porque ya lo había sanado. La congregación lo miró como si estuviera loco, porque apenas podía susurrar. Comenzó a decirles lo que la palabra de Dios decía acerca de la sanidad. Les mostró en la palabra cómo había sido sanado, que lo que Dios decía era verdad, y que si él decía que no estaba sanado, estaría mintiendo. Les dijo que quería que se levantara y alabaran al Señor porque él ya había sido sanado. Al comenzar a levantarse y alabar al Señor, él no llegó a decir “aleluya” ni 3 veces, cuando su voz ya había vuelto. Entonces predicó su sermón con una voz clara y fuerte. Esa noche la congregación vio una ilustración de la fe en acción. Todo lo que tenemos que hacer es pedir a Dios las cosas que queremos y creer que las tenemos.