jueves, 26 de mayo de 2011

Tema del dia 84

LAS SEIS COSAS MÁS IMPORTANTES EN LA ORACIÓN Parte 1. 
Orar con fe no solamente implica creer y dar gracias, sino tener un corazón perdonador, como el de Jesús.


Cuando se le pregunta a una persona qué cree después de haberse levantado a orar y dice: “Bueno, espero que Dios me haya escuchado”, la verdad es que no recibirá nada del Señor. En Su palabra Él dice: “Si creyeres, recibirás”, no “si tu esperas, recibirás”. Él no dijo que esperes hasta que obtengas lo que pides. Él dijo: “cree que ya has recibido lo que pides”. Cuando crees que ya has recibido lo que has pedido, no tienes que orar toda la noche. Puedes irte a la cama y dormir sabiendo que Dios te ha oído y que responderá tu oración. Lo más maravilloso del mundo es poder recostar tu cabeza sobre las promesas de Dios e irte a dormir como un bebé. Todo alrededor puede ser un torbellino pero en el centro de este puedes tener paz. Esta lección trata acerca de las seis cosas más importantes que un cristiano debe saber sobre la oración. 


1ª ORA AL PADRE EN EL NOMBRE DE JESÚS. 
Jn 16:23-24 En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Cuando Jesús dijo estas palabras, estaba aquí en la tierra. 


Estaba hablando de estos días en que vivimos. No había ido aún al Calvario, no había muerto, ni sido sepultado, ni resucitado de los muertos. El Nuevo Pacto aún no estaba vigente. Su sangre – el sello del nuevo pacto- aún no había sido derramada. El hombre tiene la promesa de la redención pero no la ha recibido. La vida eterna ha sido prometida, pero no provista. Nadie había nacido de nuevo – ellos solamente tenían la promesa, porque el nuevo nacimiento estuvo disponible hasta el Nuevo Pacto, que fue profetizado en el Antiguo Testamento, bajo el cual el corazón del hombre nunca cambió, y esa es la razón por la que continuaron en pecado, pues no tenían poder para dejar de pecar. Uno de los más grandes santos del Antiguo Testamento pecó. Después de ser perdonado por un pecado, cometía otro. Su naturaleza y corazón estaban corruptos. Ellos solo tenían cobertura para sus pecados pero no perdón. Pero Dios prometió que tomaría ese viejo corazón, lo arrancaría de nosotros y nos daría uno nuevo. Él dijo que pondría un espíritu nuevo en nosotros (Ez 11:19). Esto llegó a estar disponible para nosotros en el Nuevo Pacto. En Jn 16:23-24 Jesús dijo a sus discípulos que después de que Él fuera al Calvario y resucitara, la gente oraría al Padre. La oración basada en fundamentos legales debería estar dirigida al Padre en el nombre de Jesús. No se supone que debamos orar a Jesús. Esta fue Su instrucción. Los discípulos le pidieron, mientras estaban aquí en la tierra, que les enseñara a orar. Él les enseñó lo que conocemos como el “Padre nuestro”, o la “Oración del Señor” (Mateo 6:9-13). Esa oración debe ser nuestro modelo a seguir, pero debemos hacerla en el nombre de Jesús. Ahora, enfoquemos nuestra atención en la palabra “todo cuanto” (Jn 16:23). Frecuentemente decimos que creemos en la respuesta a la oración “si es la voluntad de Dios”. Pero esta oración no pone tal condición. Por el contrario, dice: “todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará”. ¿Por qué dijo Jesús eso? La respuesta se halla en el versículo 24 “…para que vuestro gozo sea cumplido”. Nuestro gozo no puedes estar cumplido si nuestros hijos tienen hambre y no tenemos trabajo, si nuestros cuerpos sufren con dolor o si tenemos problemas en el hogar. Podemos gozarnos en esas situaciones, pero no tener nuestro gozo cumplido, lo cual desea Jesús, por eso dijo que nos daría todo cuanto pidamos al Padre para que nuestro gozo sea cumplido. ¿Cuál es el secreto para el éxito en la oración? Debemos dirigir nuestras oraciones al Padre, en el nombre de Jesús. 


2ª CREE QUE RECIBES LO QUE PIDES. 
Mr 11:24 Por tanto os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que ya lo habéis recibido, y os vendrá


Dios es un Dios de fe. Nosotros somos hijos de un Dios de fe. Él opera bajo los principios de fe. Somos salvos por fe. Caminamos por fe, no por vista. Es la oración de fe la que Dios atiende. Él dijo que puedes tener los deseos de tu corazón si crees que los recibirás. La mayoría de la gente quiere recibir y entonces creer. Pero con Dios es al revés, primero creemos y después recibimos. Si los cristianos dejaran de orar repetidamente sobre las mismas cosas que siempre piden, y comenzaran a dar gracias a Dios por la respuesta, las respuestas vendrían invariablemente. Pero ellos siguen orando incrédulamente. Si la persona pide por la misma cosa una vez más, no está creyendo que ha recibido desde la primera vez que pidió. Si cree que la ha recibido, agradecería a Dios por esta y entonces ésta se haría manifiesta. Hay excepciones, pero tienen que ver con el trato de Dios para nuestras vidas, cuando Dios permite algo y pedimos lo contrario, como Pablo que pidió tres veces le fuera quitado el aguijón de su carne, que Dios había permitido. Pero en general, respecto a nuestras necesidades, debemos agradecer. La fe de la que hablaba Jesús en Mr 11 es la fe del corazón – la fe espiritual –no la fe mental, en la cual nos hemos acostumbrado a caminar. Pero debemos creer en nuestro corazón que ya hemos recibido todo aquello por lo que oramos a pesar de que no veamos la respuesta con nuestros ojos físicos. Esto también es verdad en la sanidad física, pero parece más difícil practicar la fe para la sanidad física que para cualquier otra cosa, porque tenemos el cuerpo con todos los sentimientos y síntomas en contra. La mayoría de las personas cree que Dios las ha sanado cuando pueden ver que su condición ha mejorado, o cuando los síntomas se han ido. Cualquiera puede creer lo que ve, pero Jesús enseñó que debemos creer cuando oramos, aunque no veamos, y entonces recibiremos. Esto aplica no solo en la sanidad, sino en cada área de la vida: material, espiritual, financiera, familiar, jurídica, etc. Algunas personas se rinden y dejan de orar porque sus oraciones no fueron respondidas. Pero esto solo prueba que nunca creyeron a Dios desde el principio. Frecuentemente, Dios permite que nuestra fe sea probada y ejercitada hasta el final. Cuando crees en Dios, puedes estar firme aunque seas probado. En Hch 27 vemos un ejemplo de esto en la vida de Pablo. Él estaba en un viaje camino a Roma y se levantó una gran tormenta. Debido a que el barco estaba en peligro de hundirse, aligeraron el barco tirando el lastre. Pero eso no ayudó a la situación, pues la tormenta continuó día y noche por muchos días. Finalmente, la tripulación y los pasajeros perdieron toda esperanza de que ellos o el barco pudieran sobrevivir. Sin embargo, justo en medio de la furia de la tormenta, Pablo se dirigió a ellos exhortándoles a que creyeran en Dios: “Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho, que ninguno de nosotros pereceremos”. Nosotros debemos declarar lo mismo en medio de la tormenta. 


3ª PERDONA CUANDO ORES. 
Mr 11:25-26 Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas


Antes de que podamos esperar una respuesta a nuestras oraciones debemos perdonar a quienes nos hayan ofendido. No debemos guardar rencor, o tener un espíritu no perdonador, si queremos que nuestras oraciones sean respondidas por Dios. La oración no funcionará en un corazón que no perdona. Nadie puede tener una oración efectiva y tener algo en su corazón contra alguien, tener odio o deseos de venganza. Tú no eres responsable por la vida de la otra persona, eres responsable solo por tu vida. Lo que hay en el corazón de la otra persona no te incumbe, pero lo que hay en tu corazón contra otra persona si te incumbe. Debemos analizar nuestro corazón con toda diligencia. No nos podemos permitir una raíz de amargura, o envidia, o permitir que una chispa de odio llegue a nuestro corazón, porque destruirá nuestra vida espiritual, derribará nuestra vida de oración, mermará nuestra fe y nos hundirá. Dios nos advierte: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;” (He 12:15). Si recibimos respuesta a las oraciones es por la gracia de Dios. La amargura nos impide alcanzar la gracia de Dios, es un estorbo para nuestra vida pues orar se volverá muy difícil y tedioso hasta que dejemos de hacerlo y esparciremos el veneno de la amargura con murmuraciones, rumores, quejas, críticas y chismes, que contaminarán a muchos y dañarán la iglesia. ¡Deshazte ahora mismo de la amargura! ¿Cómo? Perdonando de todo corazón. El perdón es un mandamiento de Jesús, y por lo tanto, depende de tu voluntad, que decidas hacerlo, lo sientas o no lo sientas. Para esto tienes que ejercitar tu fe también, y decidir perdonar aunque no sientas y hacerlo hasta que el resentimiento se haya ido.