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PROPÓSITO #3: Creado para ser como Cristo.
Desde el mismo principio Dios decidió que los que se acercaran a Él (y Él sabía quiénes se habrían de acercar) fueran como su Hijo, para que él fuera el mayor entre muchos hermanos. Ro 8:29
Vemos a este hijo y vemos el propósito original de Dios en todo lo creado. Col 1:15
Fuiste creado para ser como Cristo.
Desde el comienzo mismo, el plan de Dios fue crearnos a semejanza de su Hijo Jesús. Este es nuestro destino y el tercer propósito de nuestra vida. Dios anunció su intención en la creación: entonces Dios dijo: “Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen y semejanza”. En toda la creación, sólo los seres humanos fuimos hechos “a la imagen de Dios”. Este es un gran privilegio y nos dignifica. No sabemos todo lo que abarca esta frase, pero sabemos que incluye aspecto: como Dios, somos seres espirituales ¾nuestros espíritus son inmortales y perdurarán más que nuestros cuerpos terrenales¾ ; somos intelectuales ¾podemos pensar, razonar, y resolver problemas¾ ; a semejanza de Dios, nosotros nos relacionamos ¾podemos dar y recibir amor verdadero¾; y tenemos una conciencia moral: podemos discernir el bien del mal, lo cual nos hace responsables ante Dios. La Biblia dice que todas las personas, no sólo los creyentes, poseen una parte de la imagen de Dios; por eso el asesinato y el aborto son malos. Pero esta imagen está incompleta, el pecado la dañó y distorsionó. Por lo tanto, Dios envió a Jesús. ¿A qué se parece la “imagen y semejanza” completa de Dios? ¡Se parece a Jesucristo! La Biblia dice que Jesús es “la visible”, y es “la fiel imagen de lo que Él es”. A menudo la gente cita la frase “De tal palo, tal astilla” para referirse al parecido familiar. Cuando las personas ven mi semejanza en mis hijos, eso me agrada. Dios quiere que también sus hijos lleven su imagen y semejanza. Su Palabra dice que fuimos “Creados para ser como Dios, verdaderamente justos y santos”. Permíteme expresa esto con toda claridad: Nunca llegarás a ser Dios, ni siquiera un Dios. Esa mentira orgullosa es la tentación más antigua de Satanás. Satanás le prometió a Adán y a Eva que si seguían su consejo, serían “como dioses”. Muchas religiones y la filosofía de la Nueva Era aún difunden esta mentira antigua de que somos divinos o que podemos llegar a ser dioses. Manifestamos este deseo cada vez que intentamos controlar nuestras circunstancias, nuestro futuro y a las personas que nos rodean. Pero como criaturas, nunca seremos el Creador. Dios no quiere que llegues a ser un Dios; Él quiere que seas piadoso: que tomes los valores, las actitudes y el carácter propio de Él. La Biblia dice que “adoptemos una manera enteramente nueva de vivir; una vida moldeada por Dios, una vida que, renovada desde dentro, forme parte de su conducta mientras Dios reproduce con toda precisión su carácter en ustedes”. La meta final de Dios para tu vida sobre la tierra no es la comodidad, sino el desarrollo de tu carácter. Él quiere que crezcas espiritualmente y llegues a ser como Cristo. Esto no significa que pierdas tu personalidad o que llegues a ser un clon sin inteligencia. Dios creó tu singularidad, por lo cual ciertamente no quiere destruirla. Ser semejante a Cristo significa la transformación de tu carácter, no de tu personalidad. Dios quiere que desarrolles la clase de carácter que Jesús describe en las bienaventuranzas, cuando se refiere al fruto del Espíritu, en el gran capítulo de Pablo sobre el amor, y la lista de Pedro de las características de una vida provechosa y productiva. Cada vez que olvidamos que ese carácter es uno de los propósitos de Dios para nuestra vida, nuestras circunstancias nos hacen sentir frustrados. Nos preguntamos: “¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Por qué estoy pasando por tantas dificultades?” ¡Una respuesta es que la vida está hecha para ser difícil! Es lo que nos permite crecer. Recuerda que ¡la tierra no es el cielo! Muchos cristianos interpretan mal la promesa de Jesús acerca de la ”vida abundante”, como si eso quisiera decir una salud perfecta, un estilo de vida rodeado de comodidades, felicidad permanente, la plena realización de los sueños, y el alivio instantáneo de los problemas mediante la fe y la oración. En pocas palabras, esperan que la vida cristiana sea fácil. Esperan el cielo aquí en la tierra. Esta perspectiva egocéntrica trata a Dios como un “genio de una lámpara” que simplemente existe para servirlos en su búsqueda egoísta de la realización personal. Pero Dios no es tu sirviente, y si pretendes que la vida debe ser fácil, pronto te desilusionarás muchísimo o vivirás negando la realidad. ¡No olvides nunca que la vida no gira en torno a ti! Existes para los propósitos de Dios, no a la inversa. ¿Por qué habría de proporcionarte Dios el cielo en la tierra cuando Él ha hecho planes para darte algo mayor en la eternidad? Dios nos da nuestro tiempo sobre la tierra para edificar y fortalecer nuestro carácter para el cielo.
EL TRABAJO DEL ESPÍRITU EN TU VIDA.
La función del Espíritu Santo es producir el carácter de Cristo en ti. La Biblia afirma:”Mientras el Espíritu del Señor obra dentro de nosotros, llegamos a ser cada vez más como Él y reflejamos su gloria más aún”. Este proceso de transformarnos para ser más como Jesús se llama santificación, y es el tercer propósito de tu vida sobre la tierra. No puedes reproducir el carácter de Jesús si dependes de tu propia fuerza. Las resoluciones de Año Nuevo, la fuerza de voluntad y las mejores intenciones no son suficientes. Sólo el Espíritu Santo tiene poder para hacer los cambios que Dios quiere efectuar en nuestras vidas. La Escritura dice que “Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer; para que se cumpla su buena voluntad”.La sola mención de “el poder del Espíritu Santo” basta para que muchas personas piensen en demostraciones milagrosas y emociones intensas. Pero la mayor parte del tiempo ese poder es liberado en tu vida de una manera tranquila y discreta, de modo que ni siquiera eres consciente de él ni lo percibes. A menudo Dios nos llama la atención con “un suave murmullo”. La semejanza con Cristo no se produce por imitación, sino porque Cristo mora en nosotros. Permitimos que Cristo viva a través de nosotros. “Porque este es el secreto: Cristo vive en ustedes”. ¿Cómo sucede esto en la vida real? Por medio de las opciones que escogemos. Dadas las situaciones, escogemos hacer lo correcto y luego confiamos en que el Espíritu de Dios nos dará su poder, amor, fe y sabiduría para lograrlo. Dado que el Espíritu de Dios vive dentro de nosotros, estas cosas siempre están disponibles si se lo pedimos.
Debemos cooperar con el trabajo del Espíritu Santo.
A lo largo de la Biblia vemos expresada una verdad importante: El Espíritu Santo libera su poder en el momento en que das un paso de fe. Cuando Josué se enfrentó con una barrera infranqueable, las aguas desbordadas del río Jordán sólo retrocedieron después de que, en obediencia y fe, los líderes entraran en la impetuosa corriente. La obediencia libera el poder de Dios. Dios espera que actúes primero. No esperes hasta que te sientas poderoso o seguro. Sigue adelante pese a tu debilidad, haciendo lo correcto a pesar de tus temores y sentimientos. Así es como cooperas con el Espíritu Santo, y es como se desarrolla tu carácter. La Biblia compara el crecimiento espiritual con una semilla, un edificio o un niño en crecimiento. Cada metáfora requiere una participación activa: las semillas deben ser plantadas y cultivadas, los edificios deben ser construidos ¾no surgen de la nada¾ y los niños deben comer y hacer ejercicio para crecer. Aunque el esfuerzo no tiene nada que ver con nuestra salvación, tiene mucho que ver con nuestro crecimiento espiritual. Por lo menos ocho veces en el Nuevo Testamento se nos dice que “hagamos todo esfuerzo” en nuestro crecimiento para llegar a ser como Jesús. Uno no se sienta simplemente a esperar que suceda. En Efesios 4:22-24 Pablo explica nuestras tres responsabilidades para llegar a ser como Cristo. Primero, debemos escoger abandonar nuestras maneras antiguas de actuar: “Desháganse de todo lo que tenga que ver con su viejo estilo de vida. Está totalmente podrido. ¡Líbrense de él!”. Segundo, debemos cambiar nuestra manera de pensar: “Permitan que el Espíritu cambie su manera de pensar”. La Biblia dice que somos “transformados” mediante la renovación de nuestra mente. La palabra griega para transformados, metamorphosis (usada en Romanos 12:2 y 2º Corintios 3:18), es la que se emplea para describir el cambio asombroso que permite que una oruga se transforme en una mariposa. Es un hermoso cuadro de lo que nos pasa espiritualmente cuando permitimos que Dios dirija nuestros pensamientos: Él nos transforma de adentro hacia fuera, nos hace más hermosos y nos libera para alcanzar nuevas alturas. Tercero, debemos “vestirnos” con el carácter de Cristo, desarrollando nuevos y consagrados hábitos. Tu carácter es esencialmente la suma de tus hábitos; es la manera en que te conduces habitualmente. La Biblia nos manda ponernos el nuevo yo “la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad”.
Dios usa su Palabra, las personas y las circunstancias para moldearnos.
Estas tres condiciones son indispensables para el desarrollo del carácter. La Palabra de Dios proporciona la verdad que necesitamos para crecer, el pueblo de Dios proporciona el apoyo que necesitamos para crecer; y las circunstancias proporcionan el ambiente para practicar la semejanza de Cristo. Si estudias y aplicas la Palabra de Dios, si te vinculas regularmente con otros creyentes y aprendes a confiar en Dios en las circunstancias difíciles, te garantizo que llegarás a ser más como Jesús. Analizaremos cada uno de estos ingredientes de crecimiento en los capítulos siguientes. Muchas personas dan por sentado que todo lo que se necesita para el crecimiento espiritual es estudio bíblico y oración. Pero ambas cosas por sí solas nunca cambiarán algunas cuestiones de la vida. Dios usa a las personas. Él casi siempre prefiere trabajar por medio de las personas en vez de realizar milagros, para que dependamos unos de otros para la comunión. Él quiere que crezcamos juntos. En muchas religiones, las personas consideradas espiritualmente más maduras y santas son las que se aíslan de otros en monasterios situados en lo alto de una montaña, sin peligro de contagio por el contacto con otros. Pero esta es una grave equivocación. ¡La búsqueda de la madurez espiritual no es una ocupación solitaria e individual! No puedes llegar a ser como Cristo en el aislamiento. Debes estar cerca de otras personas e interactuar con ellas. Necesitas ser miembro de una iglesia y de una comunidad. ¿Por qué? Porque la verdadera madurez espiritual consiste en aprender a amar como Jesús amó, y no puedes practicar esa disciplina si no estas en relación y contacto con otras personas. Recuerda, todo es cuestión de amor: amar a Dios y a los demás. Llegar a ser como Cristo es un proceso largo y de lento crecimiento. La madurez espiritual no es instantánea ni automática; es un desarrollo gradual y progresivo que llevará el resto de tu vida. Refiriéndose a este proceso, Pablo dijo: “Esto continuará hasta que seamos... maduros, así como Cristo es, y seamos completamente como Él”. Eres una obra en progreso. Tu transformación espiritual en cuanto al desarrollo del carácter de Jesús seguirá por el resto de tu vida, y aun así, no se completará aquí en la tierra. La obra se terminará cuando llegues al cielo o cuando Jesús vuelva. En ese momento, cualquier trabajo en tu carácter que todavía quede por terminar se dará por finalizado. La Biblia dice que cuando al fin podamos ver a Jesús perfectamente, llegaremos a ser exactamente como Él: “Ni siquiera nos podemos imaginar cómo seremos cuando Cristo vuelva. Pero sabemos que cuando Él venga, seremos como Él, porque lo veremos como Él realmente es”. Hay mucha confusión en la vida cristiana por ignorar la simple verdad de que Dios está más interesado en construir tu carácter que en cualquier otra cosa. Nos preocupamos cuando Dios parece estar en silencio con respecto a determinados temas como por ejemplo: “¿Qué carrera profesional debo elegir?” La verdad es que hay muchas en las que podrías cumplir la voluntad de Dios para tu vida. Elijas lo que elijas, a Dios lo que le importa es que lo hagas como si lo hicieras para Cristo. Dios está mucho más interesado en lo que eres que en lo que haces. Somos “seres humanos”, no “quehaceres humanos”. Dios está mucho más preocupado por tu carácter que en tu carrera profesional, porque tu carácter te acompañará toda la eternidad, no así tu carrera profesional. La Biblia advierte: “No se acomoden tan bien a su cultura que se conformen a ella sin siquiera notarlo. En cambio, pongan su atención en Dios. Serán cambiados de adentro hacia fuera... A diferencia de la cultura que los rodea, que siempre los arrastra hacia un nivel inferior de inmadurez. Dios hace que surja lo mejor de ustedes, y desarrolla una madurez bien compuesta en ustedes”. Para concentrarnos en llegar a ser más como Jesús, deberemos tomar decisiones opuestas a la cultura imperante. De lo contrario, influencias como la de nuestros compañeros, padres, colaboradores, y la cultura misma, intentarán amoldarnos a su imagen. Lamentablemente, una ojeada rápida a varios libros cristianos populares revelan que muchos creyentes han dejado de vivir para los grandes propósitos de Dios y se han amoldado para vivir su realización personal y su estabilidad emocional. Eso es egocentrismo, no discipulado. Jesús no murió en la cruz únicamente para que pudiéramos vivir cómodos y bien adaptados. Su propósito va mucho más a fondo: Él quiere hacernos como Él mismo antes de llevarnos al cielo. Este es nuestro privilegio principal, nuestra responsabilidad inmediata y nuestro destino final.