miércoles, 16 de febrero de 2011

Tema del dia 63

[Escucha y Lee]
Cómo crecemos


Dios quiere que crezcamos hasta ser en todo como... Cristo Ef 4:15 
Así ya no seremos niños. Ef 4:14 


Dios quiere que crezcas
La meta de nuestro Padre celestial es que maduremos y desarrollemos las características de Jesucristo. Lamentablemente, millones de cristianos envejecen pero nunca maduran. Están atascados en una infancia espiritual perpetua, permanecen en pañales y zapatitos de lana porque nunca tuvieron la intención de crecer. El crecimiento espiritual no es automático. Requiere compromiso intencional. Debes desear crecer, decidir crecer, hacer un esfuerzo por crecer y persistir en el crecimiento. El discipulado, el proceso de convertirnos más semejantes a Cristo, siempre empieza con una decisión. Jesús nos llama, y nosotros respondemos: “Jesús le dijo: “Ven, sé mi discípulo”. Así que Mateo se levantó lo siguió”. Cuando los primeros discípulos decidieron seguir a Jesús, no entendieron todo el alcance de su decisión. Simplemente respondieron a la invitación del Maestro. Eso es lo único que se necesita para empezar: decidir convertirse en discípulo. Nada le da más forma a tu vida que los compromisos que asumas. Ellos pueden servir para tu desarrollo o destrucción, pero en ambos casos te definirán. Dime con qué estás comprometido, y te diré lo que serás en veinte años. Llegamos a ser lo que nos comprometemos ser. Llegado ese momento de compromiso, la mayoría de las personas pierden el propósito de Dios para sus vidas. Muchas temen comprometerse con algo y simplemente vagan sin rumbo por la vida. Otras, sin mucho entusiasmo se comprometen con valores incompatibles y acaban en la frustración y la mediocridad. Otra asumen un compromiso total con metas mundanas, tales como llegar a ser ricas o famosas, sólo para terminar defraudadas y amargadas. Como todo lo que se elige hacer tiene consecuencias eternas, será mejor que elijas con sabiduría. Pedro advierte: “Ya que todo lo que nos rodea será consumido por el fuego, ¡qué vidas santas y piadosas deberíamos vivir!. 


El papel de Dios y el tuyo. 
Ser semejante a Cristo es el resultado de que tomes las mismas decisiones que Él y depender de su Espíritu para ayudarte a cumplir con tus decisiones. En cuanto decidas con seriedad llegar a ser semejante a Cristo, deberás empezar a actuar de una manera nueva. Tendrás que abandonar algunas rutinas viejas, desarrollar hábitos nuevos y cambiar intencionalmente tu manera de pensar. Podrás estar seguro de que el Espíritu Santo te ayudará con tales cambios. La Biblia dice: “Lleven a cabo su salvación con temor y temblor; pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”. Este versículo muestra las dos partes del crecimiento espiritual: “lleven a cabo” y “producir” es el papel que desempeña Dios. El crecimiento espiritual es un esfuerzo de colaboración entre nosotros y el Espíritu Santo. El Espíritu de Dios trabaja con nosotros, no simplemente en nosotros. Este versículo, escrito para los creyentes, no se refiere a cómo ser salvos sino a cómo crecer. No dice “trabajen para” su salvación, porque no se puede agregar nada a lo que Jesús ya hizo. Durante un entrenamiento físico “trabajamos”, realizando ejercicios físicos para desarrollar el cuerpo, no para conseguir un cuerpo. Cuando armas un rompecabezas, cuentas con todas las piezas: nuestra tarea es armar el rompecabezas. Los granjeros “trabajan” la tierra, no para conseguir la tierra sino para desarrollar la que ya tienen. Dios nos ha dado una nueva vida; ahora somos responsables de desarrollarla “con temor y temblor”. Eso quiere decir que ¡tenemos que tomar nuestro crecimiento espiritual en serio! Cuando las personas toman de manera trivial su crecimiento espiritual, eso muestra que no han entendido los alcances eternos de su decisión (como vimos en los capítulos 4 y 5).


Cambia tu piloto automático. 
Para cambiar tu vida debes cambiar tu manera de pensar. Detrás de todo lo que haces hay pensamientos. Toda conducta es motivada por una creencia y toda acción es incitada por una actitud. Dios reveló esto miles de años antes de que los psicólogos lo entendieran: “Tengan cuidado de cómo piensan; la vida es modelada por sus pensamientos”. Imagina un paseo en un bote con motor en un lago, con el piloto automático puesto en dirección hacia el este. Si decides dar vuelta atrás y dirigirte al oeste, tienes dos posibles maneras de cambiar el rumbo del barco. Una es tomar el timón y físicamente obligarlo a que se dirija en la dirección opuesta a la que señala el programa del piloto automático. A pura fuerza de voluntad podrías vencer al piloto automático, pero sentirías la resistencia todo el tiempo. Finalmente tus brazos se cansarían de la tensión, soltarías el timón y el barco retomaría inmediatamente el rumbo en dirección al este, de acuerdo con su programación interna. Esto es lo que sucede cuando tratas de cambiar tu vida a fuerza de voluntad. Dices: “Me obligaré a comer menos... haré más ejercicio. Dejaré de ser desorganizado y de ser impuntual”. Sí, tu fuerza de voluntad puede producir un cambio a corto plazo, pero crea una tensión interior constante porque no has tratado la causa desde su raíz. El cambio no se siente como algo natural, así que finalmente te rendirás, abandonarás la dieta, y dejarás de hacer ejercicios. Rápidamente volverás a tus viejos patrones. Hay una mejor y más fácil manera. Cambia el piloto automático: tu manera de pensar. La Biblia dice: “Dejen que Dios los transforme en una nueva persona, cambiando su forma de pensar”. El primer paso en el crecimiento espiritual es empezar por cambiar la manera de pensar. El cambio siempre comienza en la mente. La manera en que pienses determinará cómo te sientes, y cómo te sientes influirá en cómo actúas. Pablo dijo: “Debe haber una renovación espiritual de sus pensamientos y actitudes”. Para ser como Cristo debes desarrollar en ti su mente. El Nuevo Testamento llama a este cambio mental arrepentimiento, que en el griego literalmente significa “cambiar tu mentalidad”. Te arrepientes siempre que cambias tu manera de pensar y adoptas la manera de pensar de Dios: con respecto a ti mismo, al pecado, a Dios, a otras personas, a la vida, a tu futuro, y a todo lo demás. Asumes la actitud de Cristo y su perspectiva. Se nos manda que pensemos “del mismo modo en que pensaba Cristo Jesús”. Este mandamiento tiene dos facetas. La primera faceta de este cambio mental consiste en dejar de los pensamientos inmaduros, que son egoístas. La Biblia dice: “Dejen de pensar como los niños. Sean niños en la malicia, pero sean adultos en su forma de pensar”. Los niños son por naturaleza completamente egoístas. Sólo piensan en sí mismos y en sus propias necesidades. Son incapaces de dar; sólo pueden recibir. Tienen una manera de pensar inmadura. Por desgracia, muchas personas nunca de desarrollan más allá de ese nivel. La Biblia dice que esta manera egoísta de pensar es el origen de conductas pecaminosas: “Los que viven siguiendo sus egos pecaminosos sólo piensan en las cosas que su ego pecaminoso desea”. La segunda faceta para pensar como Jesús consiste en que empieces a meditar con madurez, enfocándote en otros, no en ti mismo. En su gran capítulo sobre el amor verdadero, Pablo concluyó que pensar en los demás era la señal de madurez: “Cuando yo era un niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño”. En la actualidad, muchos suponen que la madurez espiritual se mide por la cantidad de información bíblica y doctrina que uno sepa. Si bien el conocimiento es una medida de la madurez, no es todo lo que se necesita. La vida cristiana es mucho más que credos y convicciones; incluye conducta y carácter. Nuestros hechos deben ser congruentes con nuestros credos, y nuestras creencias deben ser respaldadas con una conducta semejante a la de Cristo. El cristianismo no es una religión, ni una filosofía, sino una relación y un estilo de vida. El centro de ese estilo de vida en pensar en los demás, como lo hizo Jesús, en lugar de pensar en nosotros mismos. La Biblia dice: “Nosotros debemos pensar en el bien de ellos e intentar ayudarlos haciendo lo que les agrada. Ni siquiera Cristo intentaba agradarse”. Pensar en los demás es la esencia de ser semejantes a Cristo y la mejor evidencia del crecimiento espiritual. Esta manera de pensar es antinatural, va en contra de nuestra cultura, es rala y difícil. Afortunadamente tenemos ayuda: “Dios nos ha dado su Espíritu. Por eso nosotros no pensamos igual que las personas de este mundo”. En los siguientes capítulos miraremos las herramientas que el Espíritu Santo usa para ayudarnos a crecer.