“Quien quiera ser grande deberá
convertirse en un siervo”.
Marcos 10:43 (PAR)
“Pueden decir qué ellos son por lo que hacen”.
Mateo 7:16 (PAR).
Servimos a Dios sirviendo a los demás.
El mundo define la grandeza en términos de poder, posesiones, prestigio y posición. Si puedes exigirle a otro que te sirva, alcanzaste esa posición. En nuestra cultura autogratificante, con su mentalidad de primero yo, comportarse como un siervo no es un concepto popular.
Sin embargo, Jesús midió la grandeza en términos de servicio y no de estatus. Dios determina tu grandeza por el número de personas a las que sirves, no por las que están a tu servicio. Esto es contrario al concepto de grandeza mundano, que a nosotros nos cuesta entender, mucho menos practicar. Los discípulos discutieron acerca de quién merecía la posición más prominente; dos mil años después, los líderes cristianos todavía se disputan la posición y prominencia en las iglesias, denominaciones y ministerios paraeclesiásticos.
Miles de libros son escritos para el liderazgo, pero pocos para el servicio. Todo el mundo quiere dirigir, nadie quiere ser siervo. Preferimos ser generales que soldados. Aun así los cristianos quieren ser “líderes siervos” y no unos simples siervos. Pero para ser igual que Jesús debemos ser siervos. Así fue como Él se llamó a sí mismo.
Es importante que conozcas tu forma para que sirvas a Dios, pero es mucho más relevante si tienes corazón de siervo, recuerda que Dios te formó para Su servicio, no para que seas egocéntrico. Sin un corazón de siervo serás tentado al mal uso de tu forma por interés personal. También serás tentados a usar eso como una excusa para disculparte del compromiso de algunas necesidades.
A menudo Dios prueba nuestros corazones al pedirnos que lo sirvamos en ciertas maneras, para las que no fuimos formado. Si ves a un hombre caer dentro de una zanja, Dios espera que lo ayudes a salir y no digas: “Yo no tengo el don de misericordia o el don de servicio”. Aunque no seas dotado para una tarea en particular, podrás ser llamado para hacerla si no hay ningún dotado cerca. Tu ministerio primordial debe ser en el área para la cual fuiste formado, pero tu servicio secundario se lleva a cabo dondequiera que se te necesite en el momento.
Tu F.O.R.M.A. revela tu ministerio, pero tu corazón de siervo muestra tu madurez. No se necesita un talento o don para recoger la basura o arreglar las sillas después de una reunión, cualquiera puede ser siervo. Todo lo que se necesita es carácter.
Es posible servir en una iglesia toda una vida sin nunca ser un siervo. Debes tener un corazón de siervo.
¿Cómo puedo saber si tengo un corazón de siervo?
Jesús dijo: “Tú puedes decir lo que ellos son por lo que hacen”.
Los siervos verdaderos siempre están disponibles para servir.
Los siervos no ocupan su tiempo en actividades que puedan limitar su disponibilidad. Los siervos quieren estar listos para servir tan pronto sean necesitados. Igual que un soldado, el siervo debe estar lista para cumplir con sus deberes: “Ningún soldado en servicio activo se enreda en los asuntos de la vida civil, porque tiene que agradar a su superior”. Si sólo sirves cuando te conviene, entonces no eres un verdadero siervo. Los siervos verdaderos hacen lo que se necesita aunque no les convenga.
¿Estás disponible para Dios en cualquier tiempo? ¿Puede Dios deshacer tus planes sin que comiences a resentirte? Como siervo no eliges ni escoges cuándo o dónde servir. Ser un siervo significa darle a Dios el derecho de controlar tu horario y permitirle que lo interrumpa en cualquier momento que lo necesite.
Si recordaras al comienzo de cada día que eres un siervo de Dios, las interrupciones no deberían frustrarte porque tu agenda será la que Dios quiera para tu vida. Los siervos ven las interrupciones como citas divinas para el ministerio y son felices por la oportunidad de practicar el servicio.
Los siervos verdaderos prestan atención a las necesidades.
Los siervos siempre están mirando las maneras de ayudar a otros. Cuando ven la necesidad, no dejan escapar la oportunidad, tal como la Biblia nos manda: “En cualquier oportunidad que tengamos, debemos hacer lo que es bueno para todos, especialmente para la familia de los creyentes”.
Cuando Dios pone a alguien en necesidad frente a ti, te está dando la oportunidad de crecer en el servicio. Observa que Dios dice que las necesidades de tu familia en la fe tienen preferencia, de manera que no las pongas al final de tu lista de “cosas por hacer”.
Perdemos muchas ocasiones de servir porque carecemos de sensibilidad y espontaneidad. Las grandes oportunidades para servir no duran mucho, pasan rápidamente, y casi nunca vuelven. Quizá sólo tengas una oportunidad para servir a esa persona, así que aprovecha el momento. “Nunca les digas a tus vecinos que esperen hasta mañana si puedes ayudarlos ahora”.
John Wesley era un increíble siervo de Dios. Su proverbio era: “Haz todo lo bueno que puedas, con todos los medios que puedas, en todas las maneras que puedas, en todos los lugares que puedas, en todos los tiempos que puedas, a todas las personas que puedas, cada vez que puedas”. Eso es grandioso. Puedes comenzar viendo las pequeñas tareas que ningún otro quiere hacer. Haz esas pequeñas cosas como si fueran grandes porque Dios está observando.
Los siervos verdaderos hacen lo mejor con lo que tienen.
Los siervos no tienen excusas, ni postergan ni esperan mejores circunstancias. Nunca dicen: “Uno de estos días” o “Cuando el tiempo sea adecuado”. Sólo hacen lo que se requiere. La Biblia dice: “Si esperas por condiciones perfectas, nunca lograrás nada”. Dios espera que hagas lo que puedas con lo que tienes, dondequiera que estés. Servir sin llegar a la perfección es mejor que la más perfecta intención.
Una de las razones por las que muchas personas nunca sirven es porque temen no ser lo suficientemente buenos para servir. Creen la mentira de que le servicio a Dios es sólo para celebridades.
Algunas de las iglesias han fomentado este mito calificando de “excelente” a un ídolo, lo que hace que muchas personas con talentos rehúsen involucrarse.
Puedes haber oído decir esto: “Si no puedes hacerlo con excelencia, mejor no lo hagas”. ¡Bueno, Jesús nunca dijo eso! La verdad es que, casi todo lo que hacemos es hecho deficientemente cuando empezamos a hacerlo, así es como aprendemos. En la Iglesia Saddleback practicamos el principio “lo suficientemente bueno”; no tiene que ser perfecto para que Dios lo use y lo bendiga. Preferimos involucrar a miles de personas comunes y corrientes, que tener una iglesia perfecta dirigida por un grupo selecto.
Los siervos verdaderos cumplen sus tareas con la misma dedicación.
Cualquier cosa que hagan, “la hacen con todo su corazón”. el tamaño de la tarea es irrelevante. El punto en cuestión es: “se necesita hacer esto?
Nunca llegarás a un estado en la vida en el que seas demasiado importante para ayudar con tareas serviles. Dios nunca te exime de lo mundano. Es parte vital de la formación de tu carácter. La Biblia dice: “Si piensas que eres demasiado importante para ayudar a alguien en necesidad, te engañas a ti mismo. realmente no eres nadie”. Es en estos pequeños servicios que crecemos para parecernos a Cristo.
Jesús se especializó en tareas humillantes que otros evadían: lavar los pies, ayudar a los niños, preparar el desayuno y servir a los leprosos. Él nunca se consideró por encima de nada, porque vino a servir. Él hizo todas estas cosas y no fueron molestia para Su grandeza, lo hizo porque quiere que sigamos Su ejemplo.
Las tareas pequeñas a menudo muestran un gran corazón. Tu corazón de siervo se revela en hechos pequeños que otros no piensan hacer, como cuando Pablo juntó la madera para hacer una fogata y calentar a todos después del naufragio. Estaba tan exhausto como todos, sin embargo hizo lo que los demás necesitaban. Ninguna tarea te molesta cuando tienes un corazón de siervo.
Las grandes oportunidades a menudo se disimulan en pequeñas tareas; las cosas pequeñas en la vida determinan las grandes. No busques hacer grandes tareas para Dios, haz las que te ponga por delante y Él te asignará cualquiera que quiera que hagas. Antes de intentar cosas extraordinarias, trata con las ordinarias.
Siempre habrá más gente queriendo hacer “grandes” cosas para Dios que cosas pequeñas. La carrera para ser líder está abarrotada mientras que el campo para quienes quieren ser siervos es amplio y abierto. A veces sirves hacia arriba a tus superiores, y a veces sirves hacia abajo, a aquellos en necesidad. De cualquier manera, desarrollas un corazón de siervo cuando anhelas hacer cualquier cosa que se necesite.
Los siervos verdaderos son fieles a su ministerio.
Los siervos terminan sus tareas, cumplen con sus responsabilidades, mantienen sus promesas y completan sus compromisos. No dejan el trabajo a medias ni lo abandonan cuando se desaniman; son dignos de confianza y responsables.
La fidelidad siempre ha sido una cualidad excepcional.
La mayoría de las personas no conoce el significado del compromiso. Se comprometen casualmente pero luego incumplen por cualquier razón y sin ninguna duda, remordimiento o lamento. Cada semana, las iglesias y muchas organizaciones deben improvisar debido a que los voluntarios nunca se prepararon o nunca llegaron o nunca llamaron para decir que no podrían asistir. ¿Puedes contar con otros? ¿Tienes promesas, votos que cumplir, o compromisos que necesitas honrar? Esta es una prueba. Dios prueba tu fidelidad. Si pasas el examen estás en buena compañía: Abraham, Moisés, Samuel, David, Daniel, Timoteo y Pablo fueron llamados siervos fieles de Dios. Aún mejor, Dios ha prometido recompensar tu fidelidad en la eternidad. Imagínate lo que sentirás cuando Él te diga: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu Señor”.
Por otra parte, los siervos nunca se retiran. Sirven fielmente tanto como vivan. Puedes jubilarte de tu carrera, pero nunca del servicio a Dios.
Los siervos verdaderos mantienen un bajo perfil.
Los siervos no se promueven ni llaman la atención sobre sí mismos. En vez de actuar para impresionar y resaltar su éxito, “se ponen el delantal de humildad para servirse unos a otros”. Si se les reconoce por su servicio, humildemente lo aceptan, pero no permiten que la notoriedad los distraiga de sus trabajos.
Pablo expuso un tipo de servicio que parece ser espiritual pero realmente es puesto en su sitio, para mostrar un hecho que llama la atención. Él lo llamó”servir al ojo”, para referirse a los que sirven con la intención de impresionar a las personas para que vean cuán espirituales son. Este era el pecado de los fariseos, que ayudaban a otros, daban y siempre oraba unos por otros en actos públicos. Jesús condena esa actitud y advierte: “Cuando hagas buenas obras, no trates de vanagloriarte. Si lo haces, no recibirás recompensa de tu Padre en el cielo”.
La autopromoción y el servicio no se mezclan. Los siervos verdaderos no sirven para ser aprobados o aplaudidos; viven para una sola audiencia: Dios. Como dijo Pablo: “Si yo buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo”.
No encontrarás muchos siervos verdaderamente expuestos a la luz, de hecho, lo niegan si es posible. Se contentan sirviendo en silencio bajo las sombras. José es un gran ejemplo. Nunca llamó la atención a sí mismo, sino que en silencio sirvió a Potifar, a su carcelero, al copero y al panadero del Faraón, y Dios lo bendijo por esa actitud. Cuando el Faraón lo promovió a una posición importante, José todavía mantuvo un corazón de siervo, aun con sus hermanos, que lo traicionaron.
Desafortunadamente, muchos líderes de hoy empiezan como siervos y terminan como celebridades. Empiezan a convertirse en adictos a la atención, inconscientes de que eso siempre los ciega. Puedes servir en la oscuridad en algún pequeño lugar, sentirte desconocido y sin aprecio. Pero escucha: ¡Dios te ha puesto donde estás para cumplir con su propósito! Él tiene cada cabello de tu cabeza contado y conoce tu dirección. Mejor es que estés donde Él te puso hasta que decida moverte. Él te hará saber si quiere que vayas a alguna parte. Tu ministerio pertenece al reino de Dios. “Cuando Cristo... venga otra vez a la tierra, tú vendrás también, el yo real, el yo glorioso. Mientras tanto, sé feliz en no ser reconocido”.
Hay más de 750 personas en el “Salón de la Fama” en Estados Unidos y más de 450 publicaciones de “Quién es Quién”, sin embargo, no encontrarás muchos siervos verdaderos en esos lugares. La notoriedad no es importante para los verdaderos siervos porque ellos conocen las diferencias entre prominencia y significación. Tú tienes varios rasgos prominentes en tu cuerpo sin los cuales podrías vivir. Pero las partes ocultas de tu cuerpo son las indispensables. Lo mismo pasa con el cuerpo de Cristo. El servicio más importante es a menudo el que no se ve.
En el cielo Dios dará clara recompensa a varios de sus siervos más oscuros y desconocidos, personas a las que nunca oímos en la tierra, que enseñaron a niños trastornados emocionalmente, asearon a un anciano incontinente, cuidaron pacientes con SIDA, o sirvieron en miles de maneras inadvertidas.
Sabiendo esto, no te desanimes cuando tu servicio pase inadvertido o dado por hecho. ¡Mantente sirviendo a Dios! “Entréguense al trabajo de su Señor, confiados que nada de lo que hagan para Él es un tiempo o esfuerzo perdido”. Aún el más pequeño de los servicios es observado por Dios; Él lo recompensará. Recuerda estas palabras de Jesús: “Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguidor mío, les aseguro que tendrá su premio”.
DÍA TREINTA Y TRES
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Sirvo a Dios cuando sirvo a otros.
Versículo para recordar: “Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguido mío, les aseguro que tendrá su premio”. Mateo 10:42 (DHH).
Pregunta para considerar: ¿Cuáles de las seis características de los siervos verdaderos me desafían más?
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