¿QUÉ ES LA FE?
La fe anhela las cosas imposibles de la esperanza y las trae al mundo de la realidad.
Un versículo clave en el estudio de la fe es He 11:1 “Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. La traducción de Moffat de este texto dice: “ahora, la fe significa que estamos seguros de lo que esperamos, convencidos de lo que no vemos”. Otra traducción dice: “La fe es la substancia de las cosas que esperamos”. Y aún otra dice: “La fe es la garantía del hecho, que las cosas que al final esperamos sean por fin nuestras”. Aquí Dios nos dice lo que es la fe. Hay muchos tipos de fe. Todas las personas, salvas o no salvas, igualmente poseen una fe natural, una fe humana. Sin embargo, la Escritura nos habla de una fe espiritual, sobrenatural – una fe que cree con el corazón en lugar de creer aquello que nuestros sentidos físicos puedan decirnos. En otras palabras, es la que anhela las imposibilidades y las trae a nuestro plano de la realidad. Esa fe emana de la palabra de Dios. He 11:1 describe la fe como “la evidencia de las cosas que no se ven”.
Por ejemplo, tú esperas por unas finanzas con las que puedas cubrir las obligaciones que debes pagar. La fe te da la seguridad de que tú tendrás el dinero cuando lo necesites. Si ti esperanza es por fortaleza física para hacer el trabajo que tienes qué hacer, la fe dice: “El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” Sal 27:1. La fe se mostrará a sí misma en todo en la palabra. Para tener fe en Dios, simplemente hay que tener fe en Su palabra. Un siervo de Dios cayó postrado enfermo y estuvo dieciséis meses en cama. Cuando se levantó, estaba muy débil y los médicos le dijeron que no debía hacer esfuerzos físicos. Sin embargo, él necesitaba trabajar para sustentar a su familia y, creyendo lo que dice la Escritura de que Dios da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene ninguna, consiguió trabajo en un vivero ayudando a recolectar árboles de durazno, lo que implica mucha fuerza y esfuerzo físico. Él sabía que, si fuera por sus sentimientos, nunca se hubiera levantado de la cama, pero actuó basado en la Palabra de Dios porque sabía lo que era la fe. Así que, se levantaba de la cama cada mañana y se iba a trabajar, a pesar de que no “sentía” ni “tenía” fuerzas. Entonces, cuando llegaba al trabajo, las fuerzas le venían y podía trabajar y ganar el sustento. De hecho, nunca recibió fuerzas sino hasta que comenzaba a trabajar. Mucha gente quiere recibir y luego creer que lo tienen. Sin embargo, no funciona de esa manera. Tenemos que creer primero, luego actuar en base a lo que creemos, y entonces recibiremos. Y de esa manera el siervo de Dios iba ganando más fuerzas cada día conforme iba a trabajar confiando en la Palabra de Dios, a pesar de que él era el más débil y flaco de los obreros, y hasta llegó a ser el último en permanecer en ese trabajo. Podemos decir que la Palabra de Dios es buena, pero nunca lo sabremos en realidad hasta que actuemos basados en ella y hayamos cosechado sus resultados. La fe es la substancia que nos proporciona las cosas que esperamos. Así como el siervo de Dios, fue a trabajar, actuó en la Palabra de Dios, esperando a tener fuerzas físicas para hacer el trabajo que tenía que ser hecho. Al él actuar en la Palabra de Dios, la fe le dio la sustancia para lo que él necesitaba conforme a la promesa de Dios. La esperanza dice: “Lo tendré algún día”. La fe dice: “Lo tengo ahora”.
FE EN LA MENTE CONTRA FE EN EL CORAZÓN.
Juan Wesley una vez dijo que el diablo le ha dado a la iglesia un sustituto de la fe, uno que suena y se parece mucho a la fe, y el cual muy pocos pueden distinguir la diferencia. Este sustituto es llamado “Aceptación Mental”. Mucha gente lee la Palabra de Dios y está de acuerdo en que es verdad, pero su acuerdo está solo en sus mentes. Y eso no es lo que hace funcionar las cosas, sino al fe del corazón, la fe que recibe de Dios. Mr 11:23-24 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. ¿Cómo podemos saber si tenemos este tipo de fe del corazón o si únicamente estamos de acuerdo mentalmente? La aceptación mental dice: “Yo sé que la Palabra de Dios es verdad, yo sé que Dios ha prometido sanarnos, pero por alguna razón no puedo obtenerla ni entenderla”. Sin embargo, la fe real en la Palabra de Dios dice: “Si la Palabra de Dios lo dice así, entonces es así. Es mía, ahora la tengo aunque no pueda verla.” Hay gente que dice: “Aquello por lo que he estado orando aún no sucede todavía”, pero si tú ya lo tienes, no tendrías que creerlo, más bien lo sabrías. Tienes que dar este paso de creerlo a fin de llegar al punto de saberlo. Mucha gente quiere tenerlo partiendo del punto de que está por suceder para luego creerlo. Pero tenemos que creerlo porque la Palabra de Dios dice que es nuestro. Luego entonces, llegamos a saberlo, y eso se materializa. Note en Mr 11:24 que el recibir viene después del creer: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.” Jesús simplemente está diciendo: “tienes que creer que lo tienes antes de que puedas recibirlo”. No recibirás una sanidad divina sin primero creer que ya la tienes. Aunque cada síntoma de tu cuerpo grite que estás enfermo, simplemente debes mantenerte firme en lo que la Palabra de Dios dice acerca de tu sanidad, y continuar declarando por fe que estás sanado. Los resultados entonces surgen. Pero si esperas sentado, quejándote, suspirando, refunfuñando y quejándote esperando hasta que cada síntoma se vaya y que tus sentimientos coincidan con tu fe antes de que creas, entonces nunca llegarás muy lejos, porque “la fe es la evidencia de las cosas que no se ven”.
LA FE DE TOMÁS CONTRA LA FE DE ABRAHAM.
Muchos cristianos tienen la fe de Tomás cuando deberían imitar la fe de Abraham. Tomás dijo: “No creeré hasta que lo vea”, mientras que Abraham “…no dudó por incredulidad de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe”. Jn 20:24-29 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. ¿Por qué fue tan difícil para Tomás creer que Jesús estaba vivo? Porque Tomás sabía de los clavos que perforaron las manos de Jesús y de la lanza que atravesó su costado. Sus sentidos físicos le decían que Jesús estaba muerto. Estaba usando su conocimiento mental en lugar de usar la fe del corazón. Comparemos la fe de Tomás con la de Abraham: Ro 14:17-21 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; Tomás únicamente tenía una fe natural humana que decía “No creeré hasta que vea y sienta”. Abraham, sin embargo, creyó en la Palabra de Dios, no considerando su cuerpo – sus sentidos naturales, sino considerando la Palabra de Dios. Abraham no consideró su propio cuerpo, sino la palabra que Dios le había dicho. No debemos considerar los síntomas ni la realidad de la enfermedad, sino la Palabra de Dios que dice: “Ciertamente él llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores”. Muchas veces enfocamos nuestra atención en el punto equivocado, en los síntomas, las circunstancias o la realidad, en lugar de enfocarse y mirar la Palabra de Dios. Un querido hermano se quejaba así: “Dios aún no oye mi oración. Me estoy poniendo peor y creo que finalmente me van a operar”. Pero así será y seguirá mientras continúe andando por el camino de la incredulidad. Cierta mujer también decía de esta manera: “Ore por mí, creo que tengo cáncer”. Sin duda, si ella continúa con esa creencia, ella lo tendrá, porque Jesús dijo: “De acuerdo a tu fe será hecho”. Otra persona pidió oración diciendo: “Por favor, oren por mí, creo que me está dando un resfriado”. Si esa es la manera en que crees, no servirá de nada que oren por ti, porque de acuerdo a tu fe será hecho (Mt 9:29). Necesitamos caminar por fe, no por vista. Algunos han malinterpretado estas enseñanzas pensando que tienen que negar todos sus síntomas y que ignore que están allí. Pero eso es la falsa doctrina de la Ciencia Cristiana. Sin embargo, esto no es Ciencia Cristiana, sino Sentido Común Cristiano. No negamos los dolores y otros síntomas porque son muy reales. En lugar de eso, vemos más allá en las promesas de Dios. Una fe real en la Palabra dice: “Si Dios dice que es así, entonces es así”. Si Dios dice que por sus heridas fuimos sanados, entonces estoy sano. Si dice: “Mi Dios suplirá todas mis necesidades” Él lo hace. Si dice: “El Señor es la fortaleza de mi vida”, Él lo es. Eso no significa que no vamos a ir al doctor, o no vamos a trabajar o no nos vamos a esforzar. La fe simplemente dice de uno mismo lo que el Señor dice, y eso produce milagros. La fe real es creada sobre la Palabra. Deberíamos meditar en la Palabra, escarbar en ella, alimentarnos de ella y memorizarla para guardarla en nuestro corazón. Entonces la Palabra se convertirá en parte de nosotros, así como la comida natural lo hace.
La fe anhela las cosas imposibles de la esperanza y las trae al mundo de la realidad.
Un versículo clave en el estudio de la fe es He 11:1 “Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. La traducción de Moffat de este texto dice: “ahora, la fe significa que estamos seguros de lo que esperamos, convencidos de lo que no vemos”. Otra traducción dice: “La fe es la substancia de las cosas que esperamos”. Y aún otra dice: “La fe es la garantía del hecho, que las cosas que al final esperamos sean por fin nuestras”. Aquí Dios nos dice lo que es la fe. Hay muchos tipos de fe. Todas las personas, salvas o no salvas, igualmente poseen una fe natural, una fe humana. Sin embargo, la Escritura nos habla de una fe espiritual, sobrenatural – una fe que cree con el corazón en lugar de creer aquello que nuestros sentidos físicos puedan decirnos. En otras palabras, es la que anhela las imposibilidades y las trae a nuestro plano de la realidad. Esa fe emana de la palabra de Dios. He 11:1 describe la fe como “la evidencia de las cosas que no se ven”.
Por ejemplo, tú esperas por unas finanzas con las que puedas cubrir las obligaciones que debes pagar. La fe te da la seguridad de que tú tendrás el dinero cuando lo necesites. Si ti esperanza es por fortaleza física para hacer el trabajo que tienes qué hacer, la fe dice: “El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” Sal 27:1. La fe se mostrará a sí misma en todo en la palabra. Para tener fe en Dios, simplemente hay que tener fe en Su palabra. Un siervo de Dios cayó postrado enfermo y estuvo dieciséis meses en cama. Cuando se levantó, estaba muy débil y los médicos le dijeron que no debía hacer esfuerzos físicos. Sin embargo, él necesitaba trabajar para sustentar a su familia y, creyendo lo que dice la Escritura de que Dios da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene ninguna, consiguió trabajo en un vivero ayudando a recolectar árboles de durazno, lo que implica mucha fuerza y esfuerzo físico. Él sabía que, si fuera por sus sentimientos, nunca se hubiera levantado de la cama, pero actuó basado en la Palabra de Dios porque sabía lo que era la fe. Así que, se levantaba de la cama cada mañana y se iba a trabajar, a pesar de que no “sentía” ni “tenía” fuerzas. Entonces, cuando llegaba al trabajo, las fuerzas le venían y podía trabajar y ganar el sustento. De hecho, nunca recibió fuerzas sino hasta que comenzaba a trabajar. Mucha gente quiere recibir y luego creer que lo tienen. Sin embargo, no funciona de esa manera. Tenemos que creer primero, luego actuar en base a lo que creemos, y entonces recibiremos. Y de esa manera el siervo de Dios iba ganando más fuerzas cada día conforme iba a trabajar confiando en la Palabra de Dios, a pesar de que él era el más débil y flaco de los obreros, y hasta llegó a ser el último en permanecer en ese trabajo. Podemos decir que la Palabra de Dios es buena, pero nunca lo sabremos en realidad hasta que actuemos basados en ella y hayamos cosechado sus resultados. La fe es la substancia que nos proporciona las cosas que esperamos. Así como el siervo de Dios, fue a trabajar, actuó en la Palabra de Dios, esperando a tener fuerzas físicas para hacer el trabajo que tenía que ser hecho. Al él actuar en la Palabra de Dios, la fe le dio la sustancia para lo que él necesitaba conforme a la promesa de Dios. La esperanza dice: “Lo tendré algún día”. La fe dice: “Lo tengo ahora”.
FE EN LA MENTE CONTRA FE EN EL CORAZÓN.
Juan Wesley una vez dijo que el diablo le ha dado a la iglesia un sustituto de la fe, uno que suena y se parece mucho a la fe, y el cual muy pocos pueden distinguir la diferencia. Este sustituto es llamado “Aceptación Mental”. Mucha gente lee la Palabra de Dios y está de acuerdo en que es verdad, pero su acuerdo está solo en sus mentes. Y eso no es lo que hace funcionar las cosas, sino al fe del corazón, la fe que recibe de Dios. Mr 11:23-24 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. ¿Cómo podemos saber si tenemos este tipo de fe del corazón o si únicamente estamos de acuerdo mentalmente? La aceptación mental dice: “Yo sé que la Palabra de Dios es verdad, yo sé que Dios ha prometido sanarnos, pero por alguna razón no puedo obtenerla ni entenderla”. Sin embargo, la fe real en la Palabra de Dios dice: “Si la Palabra de Dios lo dice así, entonces es así. Es mía, ahora la tengo aunque no pueda verla.” Hay gente que dice: “Aquello por lo que he estado orando aún no sucede todavía”, pero si tú ya lo tienes, no tendrías que creerlo, más bien lo sabrías. Tienes que dar este paso de creerlo a fin de llegar al punto de saberlo. Mucha gente quiere tenerlo partiendo del punto de que está por suceder para luego creerlo. Pero tenemos que creerlo porque la Palabra de Dios dice que es nuestro. Luego entonces, llegamos a saberlo, y eso se materializa. Note en Mr 11:24 que el recibir viene después del creer: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.” Jesús simplemente está diciendo: “tienes que creer que lo tienes antes de que puedas recibirlo”. No recibirás una sanidad divina sin primero creer que ya la tienes. Aunque cada síntoma de tu cuerpo grite que estás enfermo, simplemente debes mantenerte firme en lo que la Palabra de Dios dice acerca de tu sanidad, y continuar declarando por fe que estás sanado. Los resultados entonces surgen. Pero si esperas sentado, quejándote, suspirando, refunfuñando y quejándote esperando hasta que cada síntoma se vaya y que tus sentimientos coincidan con tu fe antes de que creas, entonces nunca llegarás muy lejos, porque “la fe es la evidencia de las cosas que no se ven”.
LA FE DE TOMÁS CONTRA LA FE DE ABRAHAM.
Muchos cristianos tienen la fe de Tomás cuando deberían imitar la fe de Abraham. Tomás dijo: “No creeré hasta que lo vea”, mientras que Abraham “…no dudó por incredulidad de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe”. Jn 20:24-29 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. ¿Por qué fue tan difícil para Tomás creer que Jesús estaba vivo? Porque Tomás sabía de los clavos que perforaron las manos de Jesús y de la lanza que atravesó su costado. Sus sentidos físicos le decían que Jesús estaba muerto. Estaba usando su conocimiento mental en lugar de usar la fe del corazón. Comparemos la fe de Tomás con la de Abraham: Ro 14:17-21 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; Tomás únicamente tenía una fe natural humana que decía “No creeré hasta que vea y sienta”. Abraham, sin embargo, creyó en la Palabra de Dios, no considerando su cuerpo – sus sentidos naturales, sino considerando la Palabra de Dios. Abraham no consideró su propio cuerpo, sino la palabra que Dios le había dicho. No debemos considerar los síntomas ni la realidad de la enfermedad, sino la Palabra de Dios que dice: “Ciertamente él llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores”. Muchas veces enfocamos nuestra atención en el punto equivocado, en los síntomas, las circunstancias o la realidad, en lugar de enfocarse y mirar la Palabra de Dios. Un querido hermano se quejaba así: “Dios aún no oye mi oración. Me estoy poniendo peor y creo que finalmente me van a operar”. Pero así será y seguirá mientras continúe andando por el camino de la incredulidad. Cierta mujer también decía de esta manera: “Ore por mí, creo que tengo cáncer”. Sin duda, si ella continúa con esa creencia, ella lo tendrá, porque Jesús dijo: “De acuerdo a tu fe será hecho”. Otra persona pidió oración diciendo: “Por favor, oren por mí, creo que me está dando un resfriado”. Si esa es la manera en que crees, no servirá de nada que oren por ti, porque de acuerdo a tu fe será hecho (Mt 9:29). Necesitamos caminar por fe, no por vista. Algunos han malinterpretado estas enseñanzas pensando que tienen que negar todos sus síntomas y que ignore que están allí. Pero eso es la falsa doctrina de la Ciencia Cristiana. Sin embargo, esto no es Ciencia Cristiana, sino Sentido Común Cristiano. No negamos los dolores y otros síntomas porque son muy reales. En lugar de eso, vemos más allá en las promesas de Dios. Una fe real en la Palabra dice: “Si Dios dice que es así, entonces es así”. Si Dios dice que por sus heridas fuimos sanados, entonces estoy sano. Si dice: “Mi Dios suplirá todas mis necesidades” Él lo hace. Si dice: “El Señor es la fortaleza de mi vida”, Él lo es. Eso no significa que no vamos a ir al doctor, o no vamos a trabajar o no nos vamos a esforzar. La fe simplemente dice de uno mismo lo que el Señor dice, y eso produce milagros. La fe real es creada sobre la Palabra. Deberíamos meditar en la Palabra, escarbar en ella, alimentarnos de ella y memorizarla para guardarla en nuestro corazón. Entonces la Palabra se convertirá en parte de nosotros, así como la comida natural lo hace.