LA FE VE LA RESPUESTA.
Al mirar continuamente a la Palabra de Dios, la fe encuentra la respuesta.
En las lecciones anteriores aprendimos que la fe no es algo que tenemos, sino algo que ejercemos. Hemos visto que la fe no espera que veamos la respuesta en el futuro; la fe es la creencia de que tenemos la respuesta ahora. Los ojos de la fe ven la respuesta como algo que ya sucedió. Pr 4:20-22 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo. Note que Dios dice: “No se aparten (mis palabras) de tus ojos”. Mucha gente fracasa porque se ve a sí misma fracasando. Si están enfermos, se ven a sí mismos como que se van a morir. La Palabra de Dios dice: “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mt 8:17). Si esa palabra no se aparta de tus ojos, estás destinado a verte sin enfermedad y sin dolencias. Te verás a ti mismo como eres. Sin embargo, si no te ves a ti mismo sin enfermedad, entonces esa palabra se ha apartado de tus ojos. Y entonces, a pesar de que la voluntad de Dios es que sanes, por tu falta de fe no recibirás la sanidad, porque no estás actuando en Su Palabra. Note también que dice el versículo 22: “Porque son vida (mis palabras) a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo”. ¡La Palabra es medicina para nuestro cuerpo!
Los primeros dos versos de este pasaje nos dicen las instrucciones para tomar esta medicina:
(1) Está atento – estudia la Palabra de Dios
(2) Inclina tu oído – escucha la Palabra de Dios
(3) No se aparten de tus ojos – lee la Palabra de Dios
(4) Guárdalas en medio de tu corazón – memorízala.
La Palabra es la medicina de Dios, pero tiene que ser tomada de acuerdo a Sus instrucciones para que funcione. Mucha gente ora y ora, pero no se ven a sí mismos con la respuesta, solo ven que las cosas se ponen peor. Se mantienen mirando en el punto equivocado: en los síntomas, en las condiciones, en ellos mismos – y así caminan en incredulidad y destruyen los efectos de sus oraciones. Sostén tu mente en la respuesta. Mírate a ti mismo recibiendo la respuesta. Constantemente afirma, aún frente a la evidencia que te contradice, que Dios ha oído tu oración porque Su Palabra lo dice. Así es como tendrás resultados. Debes creer que lo tienes antes de que lo recibas. “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que ya lo habéis recibido, y os vendrá” (Mr 11:24). El creer viene antes del recibir. Hay algunos que dicen: “No creeré nada que no pueda ver”, aunque en la naturaleza creemos en muchas cosas que no vemos. El mundo entero se alarmó cuando las bombas atómicas explotaron, liberando materiales radioactivos a la atmósfera, que no pueden ser vistos o sentidos, pero que sin embargo son un poder destructivo.
LA FE CONTRADICE LAS CIRCUNSTANCIAS.
He 13:5-6 Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.
¿Estamos diciendo firmemente que el Señor es nuestro ayudador? Es lo que deberíamos estar diciendo. Una hermana decía llorando: “Bueno, oren por mí, siento que el Señor me ha abandonado. No sé si podré lograrlo en la vida, espero que pueda. Oren por mí, me mantendré firme hasta el final”. Esa es una oración muy común en las reuniones de oración y testimonios … ¡pero no es lo que Dios nos ha mandado que digamos! Hay mucha gente que dice: “Estoy destrozado, derrotado. El diablo me tiene atado”, pero en ninguna parte de la Biblia encontramos que debemos afirmar eso. En vez de eso, la Escritura dice que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador, no temeré lo que me pueda hacer el hombre. ¡Dejemos ya de pronunciar las cosas incorrectas y comencemos a confesar las correctas! Di que el Señor es tu ayudador. Confiesa que Jesús es tu sanador. Declara que Jesús llevó tus enfermedades y sufrió tus dolencias. Permanece hablando las palabras correctas, porque tanto el pensamiento equivocado, como la creencia equivocada, así como el hablar lo equivocado te derrotará. El diablo no puede derrotarte porque Jesús ya ha derrotado al diablo por ti. Satanás no te puede derrotar, tú te derrotas a ti mismo. O si Satanás te derrota, es porque tú se lo permites, es porque lo consientes por ignorancia. Dios nos ha dado Su Palabra para dirigirnos de modo que nuestras creencias seas las correctas. Si nuestro pensamiento es correcto, nuestro hablar será correcto. De ahí la importancia de leer, escuchar, estudiar y memorizar la Palabra, para cambiar nuestra mentalidad, para poder decir confiadamente: “El Señor es mi ayuda y fortaleza”.
LA FE DECLARA LA RESPUESTA.
La fe real dice que si Dios lo dice así, es así. Si dice: por sus heridas fuimos sanados”, entonces somos sanados (1P 2:24). Si Él dice: Mi Dios, pues, suplirá todas mis necesidades conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil 4:19) entonces Él lo hará así. Si la Palabra dice: El Señor la fortaleza de mi vida (Sal 27:1) entonces Él lo es. En otras palabras, la fe real en Dios simplemente dice de uno lo que el Señor dice. Tenemos lo que la palabra dice que tenemos. Somos lo que la palabra dice que somos. Si el Señor dice que somos fuertes, entonces somos fuertes. Si dice que somos sanados, entonces somos sanos. Si dice que Él tiene cuidado de mí, entonces Él lo hace. He 4:14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Debido a que Jesús es nuestro Sumo Sacerdote y está sentado a la derecha de Dios en el cielo intercediendo por nosotros, podemos tener la respuesta a nuestras oraciones ahora. Al observar la palabra griega traducida como “profesión” aprendemos que tiene su raíz en la palabra “confesión”. Literalmente, He 4:14 dice: “mantengámonos prestos a decir las mismas cosas”. Jesús en el cielo nos representa frente al trono de Dios. Él está diciendo: “Yo tomé su lugar. Morí en la cruz por él como su sustituto”. Jesús no murió por Él mismo, pues no necesitaba redimirse a sí mismo porque Él no estaba perdido. Él murió por nosotros. Se convirtió en nuestro sustituto. Él tomó nuestros pecados. Él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Él murió por nosotros y se levantó de los muertos por nosotros y fue llevado a lo alto por nosotros. Él está ahora diciendo: “Yo hice eso por ellos”, y nosotros debemos mantenernos diciendo en la tierra las misas cosas que Él dice en el cielo. Mr 11:23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Algunos piensan que es suficiente con que tengamos fe en el corazón y que no tenemos que decir nada. Pero eso no funciona. La Escritura no dice que basta con creer en el corazón, sino más bien que debemos confesar con nuestra boca lo que creemos en el corazón. Está escrito: “Creí, por lo cual hablé.” Por eso el apóstol Pablo decía: “Nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”. Es la fe del corazón que se libera a través de nuestros labios mediante nuestra confesión la que traerá resultados, la que traerá sanidad a nuestro cuerpo, la llenura del Espíritu Santo y la respuesta a nuestras oraciones. Jesús afirma: “Cualquiera que dijere … sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga será hecho”. Esto no es la doctrina de la Confesión Positiva, que enseña que todo lo que dices recibes, no importa lo que digas. El asunto aquí es la fe espiritual, la fe de Dios, la fe que es producida por la palabra de Dios, que genera la voluntad de Dios, no los deseos de la carne, de los ojos o la vanagloria del mundo. Si alguien dijere “voy a tener un millón de dólares” y cree que será hecho lo que dice, ¿lo que dice será hecho? Para empezar, ¿necesitas un millón de dólares? ¿para qué los necesitas? ¿Dios te ha mandado a hacer Su obra y necesitas eso para cumplir Su voluntad? ¿o simplemente quieres el millón para gastar en tus deleites? Que nunca se nos olvide que la confesión de la fe que declara la respuesta está y estará siempre sujeta a la condición establecida por Jesús: “Si permaneces en mí, y mis palabras permanecen en ti”. Si Dios te llama a enviar misioneros a todo el mundo, de seguro que necesitarás un millón de dólares o más, pero de acuerdo a los principios de Jesús, deberás empezar siendo fiel con enviar uno, y luego dos, y luego tres, y así, pues Él dijo que el que es fiel en lo muy poco, en lo más será fiel. Entonces, comencemos por nosotros mismos, confesando que somos lo que Dios dice que somos, y declarando que tenemos lo que Dios dice que tenemos.
Al mirar continuamente a la Palabra de Dios, la fe encuentra la respuesta.
En las lecciones anteriores aprendimos que la fe no es algo que tenemos, sino algo que ejercemos. Hemos visto que la fe no espera que veamos la respuesta en el futuro; la fe es la creencia de que tenemos la respuesta ahora. Los ojos de la fe ven la respuesta como algo que ya sucedió. Pr 4:20-22 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo. Note que Dios dice: “No se aparten (mis palabras) de tus ojos”. Mucha gente fracasa porque se ve a sí misma fracasando. Si están enfermos, se ven a sí mismos como que se van a morir. La Palabra de Dios dice: “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mt 8:17). Si esa palabra no se aparta de tus ojos, estás destinado a verte sin enfermedad y sin dolencias. Te verás a ti mismo como eres. Sin embargo, si no te ves a ti mismo sin enfermedad, entonces esa palabra se ha apartado de tus ojos. Y entonces, a pesar de que la voluntad de Dios es que sanes, por tu falta de fe no recibirás la sanidad, porque no estás actuando en Su Palabra. Note también que dice el versículo 22: “Porque son vida (mis palabras) a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo”. ¡La Palabra es medicina para nuestro cuerpo!
Los primeros dos versos de este pasaje nos dicen las instrucciones para tomar esta medicina:
(1) Está atento – estudia la Palabra de Dios
(2) Inclina tu oído – escucha la Palabra de Dios
(3) No se aparten de tus ojos – lee la Palabra de Dios
(4) Guárdalas en medio de tu corazón – memorízala.
La Palabra es la medicina de Dios, pero tiene que ser tomada de acuerdo a Sus instrucciones para que funcione. Mucha gente ora y ora, pero no se ven a sí mismos con la respuesta, solo ven que las cosas se ponen peor. Se mantienen mirando en el punto equivocado: en los síntomas, en las condiciones, en ellos mismos – y así caminan en incredulidad y destruyen los efectos de sus oraciones. Sostén tu mente en la respuesta. Mírate a ti mismo recibiendo la respuesta. Constantemente afirma, aún frente a la evidencia que te contradice, que Dios ha oído tu oración porque Su Palabra lo dice. Así es como tendrás resultados. Debes creer que lo tienes antes de que lo recibas. “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que ya lo habéis recibido, y os vendrá” (Mr 11:24). El creer viene antes del recibir. Hay algunos que dicen: “No creeré nada que no pueda ver”, aunque en la naturaleza creemos en muchas cosas que no vemos. El mundo entero se alarmó cuando las bombas atómicas explotaron, liberando materiales radioactivos a la atmósfera, que no pueden ser vistos o sentidos, pero que sin embargo son un poder destructivo.
LA FE CONTRADICE LAS CIRCUNSTANCIAS.
He 13:5-6 Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.
¿Estamos diciendo firmemente que el Señor es nuestro ayudador? Es lo que deberíamos estar diciendo. Una hermana decía llorando: “Bueno, oren por mí, siento que el Señor me ha abandonado. No sé si podré lograrlo en la vida, espero que pueda. Oren por mí, me mantendré firme hasta el final”. Esa es una oración muy común en las reuniones de oración y testimonios … ¡pero no es lo que Dios nos ha mandado que digamos! Hay mucha gente que dice: “Estoy destrozado, derrotado. El diablo me tiene atado”, pero en ninguna parte de la Biblia encontramos que debemos afirmar eso. En vez de eso, la Escritura dice que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador, no temeré lo que me pueda hacer el hombre. ¡Dejemos ya de pronunciar las cosas incorrectas y comencemos a confesar las correctas! Di que el Señor es tu ayudador. Confiesa que Jesús es tu sanador. Declara que Jesús llevó tus enfermedades y sufrió tus dolencias. Permanece hablando las palabras correctas, porque tanto el pensamiento equivocado, como la creencia equivocada, así como el hablar lo equivocado te derrotará. El diablo no puede derrotarte porque Jesús ya ha derrotado al diablo por ti. Satanás no te puede derrotar, tú te derrotas a ti mismo. O si Satanás te derrota, es porque tú se lo permites, es porque lo consientes por ignorancia. Dios nos ha dado Su Palabra para dirigirnos de modo que nuestras creencias seas las correctas. Si nuestro pensamiento es correcto, nuestro hablar será correcto. De ahí la importancia de leer, escuchar, estudiar y memorizar la Palabra, para cambiar nuestra mentalidad, para poder decir confiadamente: “El Señor es mi ayuda y fortaleza”.
LA FE DECLARA LA RESPUESTA.
La fe real dice que si Dios lo dice así, es así. Si dice: por sus heridas fuimos sanados”, entonces somos sanados (1P 2:24). Si Él dice: Mi Dios, pues, suplirá todas mis necesidades conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil 4:19) entonces Él lo hará así. Si la Palabra dice: El Señor la fortaleza de mi vida (Sal 27:1) entonces Él lo es. En otras palabras, la fe real en Dios simplemente dice de uno lo que el Señor dice. Tenemos lo que la palabra dice que tenemos. Somos lo que la palabra dice que somos. Si el Señor dice que somos fuertes, entonces somos fuertes. Si dice que somos sanados, entonces somos sanos. Si dice que Él tiene cuidado de mí, entonces Él lo hace. He 4:14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Debido a que Jesús es nuestro Sumo Sacerdote y está sentado a la derecha de Dios en el cielo intercediendo por nosotros, podemos tener la respuesta a nuestras oraciones ahora. Al observar la palabra griega traducida como “profesión” aprendemos que tiene su raíz en la palabra “confesión”. Literalmente, He 4:14 dice: “mantengámonos prestos a decir las mismas cosas”. Jesús en el cielo nos representa frente al trono de Dios. Él está diciendo: “Yo tomé su lugar. Morí en la cruz por él como su sustituto”. Jesús no murió por Él mismo, pues no necesitaba redimirse a sí mismo porque Él no estaba perdido. Él murió por nosotros. Se convirtió en nuestro sustituto. Él tomó nuestros pecados. Él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Él murió por nosotros y se levantó de los muertos por nosotros y fue llevado a lo alto por nosotros. Él está ahora diciendo: “Yo hice eso por ellos”, y nosotros debemos mantenernos diciendo en la tierra las misas cosas que Él dice en el cielo. Mr 11:23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Algunos piensan que es suficiente con que tengamos fe en el corazón y que no tenemos que decir nada. Pero eso no funciona. La Escritura no dice que basta con creer en el corazón, sino más bien que debemos confesar con nuestra boca lo que creemos en el corazón. Está escrito: “Creí, por lo cual hablé.” Por eso el apóstol Pablo decía: “Nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”. Es la fe del corazón que se libera a través de nuestros labios mediante nuestra confesión la que traerá resultados, la que traerá sanidad a nuestro cuerpo, la llenura del Espíritu Santo y la respuesta a nuestras oraciones. Jesús afirma: “Cualquiera que dijere … sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga será hecho”. Esto no es la doctrina de la Confesión Positiva, que enseña que todo lo que dices recibes, no importa lo que digas. El asunto aquí es la fe espiritual, la fe de Dios, la fe que es producida por la palabra de Dios, que genera la voluntad de Dios, no los deseos de la carne, de los ojos o la vanagloria del mundo. Si alguien dijere “voy a tener un millón de dólares” y cree que será hecho lo que dice, ¿lo que dice será hecho? Para empezar, ¿necesitas un millón de dólares? ¿para qué los necesitas? ¿Dios te ha mandado a hacer Su obra y necesitas eso para cumplir Su voluntad? ¿o simplemente quieres el millón para gastar en tus deleites? Que nunca se nos olvide que la confesión de la fe que declara la respuesta está y estará siempre sujeta a la condición establecida por Jesús: “Si permaneces en mí, y mis palabras permanecen en ti”. Si Dios te llama a enviar misioneros a todo el mundo, de seguro que necesitarás un millón de dólares o más, pero de acuerdo a los principios de Jesús, deberás empezar siendo fiel con enviar uno, y luego dos, y luego tres, y así, pues Él dijo que el que es fiel en lo muy poco, en lo más será fiel. Entonces, comencemos por nosotros mismos, confesando que somos lo que Dios dice que somos, y declarando que tenemos lo que Dios dice que tenemos.