viernes, 24 de junio de 2011

Tema del dia 94

FE PARA PROSPERIDAD
Somos creyentes renacidos, estamos redimidos de la maldición de la ley y somos herederos de la bendición de Abraham y la promesa de la prosperidad de Dios


Durante mucho tiempo, no se ha entendido que es la voluntad de Dios que sus hijos prosperen conforme a Sus propósitos y Su reino. Muchos piensan que la pobreza es una característica de la humildad, y que para ser humilde uno debe ser pobre. Se tiene la idea de que un hombre honesto no puede ser rico y que un hombre rico no puede ser honesto. Se cree que las promesas en las Escrituras respecto a las bendiciones financieras aplican solamente a los judíos. Pero la Escritura dice que Dios desea que sus hijos “sean prosperados en todas las cosas, y que tengan salud, así como prospera su alma” (3Jn 2). Algunos dicen que la Biblia dice que “el dinero es la raíz de todos los males”, pero no es así. 1Ti 6:10 dice que “el AMOR AL DINERO es la raíz de todos los males”. Una persona puede amar el dinero y no tener un quinto. Algunos dicen: “Bueno, supongo que soy otro Job”, y creen que Job vivió pobre, enfermo y afligido toda su vida. Sin embargo, su tribulación duró cuarenta días y al final Dios quitó la aflicción de Job y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de él (Job 42:30). Si piensan que son otro Job, entonces será prosperados al doble después de su tribulación y vivirán una larga y próspera vida como él. 


REDIMIDOS DE LA MALDICIÓN DE LA LEY
Gá 3:13-14,29 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa


Cristo nos redimió de la maldición de la ley 
¿Qué es entonces esta maldición de la ley? Encontramos la respuesta a esta pregunta en el Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia. Ahí nos enteramos que la maldición, o castigo,  por romper la ley de Dios era triple: pobreza, enfermedad y segunda muerte. Cristo, entonces, nos redimió de la maldición de la pobreza; nos redimió de la maldición de la enfermedad; no s redimió de la maldición de la segunda muerte: muerte espiritual ahora y muerte física cuando Jesús venga de nuevo. No debemos temer a la segunda muerte. 


LA BENDICIÓN DE ABRAHAM
Justo como la maldición es triple en naturaleza, así lo es la bendición de Abraham. Primero fue material, bendición financiera. Segundo: su bendición fue física. Y tercero: fue espiritual. En 3ª Juan el Espíritu Santo concuerda con que Dios quiere que tengamos prosperidad material, física y espiritual: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” Para los que piensan que todas las promesas de prosperidad son solo para os judíos, este texto fue escrito a los cristianos gentiles, es una promesa para todos los creyentes. La palabra “judío” es una versión corta del apodo para “Judá”. Los israelitas nunca se llamaron judíos sino hasta la división de las tribus. Judá no recibió ninguna promesa de bendiciones materiales y financieras aparte del resto de las tribus. Recibieron o heredaron la bendición a través de su padre Jacob, el cual heredó la bendición a través de su padre Isaac, el cual heredó la bendición de su padre Abraham. Así que no es la bendición o promesa de los judíos. No es la bendición de Israel. ¡Es la bendición de Abraham! ¡Y esa bendición también es nuestra! Gá 3:7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Gá 3:14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. Gá 3:29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. A través de la fe en Jesucristo, todas las bendiciones de Abraham nos pertenecen a nosotros tanto como a los judíos. Todo lo que pertenece a Cristo nos pertenece a nosotros y está a nuestra disposición. Sal 50:10-12 Porque mía es toda bestia del bosque,  y los millares de animales en los collados. Conozco a todas las aves de los montes, y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud. Dios creó todo, y entonces creó al hombre, Adán, y le dio dominio sobre todo. Dios los hizo todo para Cristo y en Cristo, y Cristo lo entregó todo a Adán, y le dio dominio sobre todo el ganado, la plata y el oro, sobre el mundo y su plenitud. En otras palabras, Adán se convirtió en el “dios de este mundo”. Pero Adán cometió un pecado de alta traición y se vendió a Satanás. Entonces Satanás se volvió el “dios de este mundo”. Sin embargo, Jesús vino a redimirnos del poder y dominio de Satanás sobre nosotros. En Ro 5:17 dice: “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia”. La versión amplificada de esta Escritura dice: “Pues sí debido a la transgresión (desliz, ofensa) de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán aquellos que reciban la abundancia de la gracia de Dios (favor inmerecido) y el don gratuito de justicia (colocándolos en buen plano ante Él mismo) como reyes en la vida a través de Uno, Jesucristo, El Mesías, El Ungido.” Debemos regir como reyes en la vida. Eso significa que tenemos dominio sobre nuestras vidas. Debemos dominar, no ser dominados. Las circunstancias no deben dominarnos. La pobreza no debe gobernarnos y regirnos. Debemos gobernar y regir sobre los pecados, las enfermedades, el diablo, los demonios, el mundo y la carne. Debemos reinar como reyes en la vida por Jesucristo, en quién hemos sido redimidos de la maldición. Dt 28:1-8, 11-12 Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. … Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que Jehová juró a tus padres que te había de dar. Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado. La primera parte de Dt 28 enlista las muchas formas en que el Señor bendecirá a Su pueblo si lo obedecían. Les prometía bendecir sus hijos, sus cosechas y su ganado. Prometió bendecirlos y protegerlos en la batalla. Prometió hacerlos sobreabundar en bienes y les prometió prosperar todo aquello en que pusieren su mano. Estas bendiciones eran todo incluido, pero también eran condicionales. Tenían que oír atentamente la voz de Dios para guardar y poner por obra todos sus mandamientos. Hoy tenemos que escuchar a Jesucristo, que es a través de quien ahora nos habla Dios, para guardar y poner por obra todos los mandamientos de Jesucristo. Eso produciría que ellos fuesen un pueblo santo, que no se alejarían de él y que no buscaría a otros dioses, sino que solo servirían al Señor con todo su corazón. El resto del capítulo (versículos 15 a 68), enlistan las maldiciones que caerían sobre ellos si no cumplían con Sus mandamientos. ¡Deberíamos llenarnos de gozo al saber que Dios ha planeado prosperidad material y espiritual para su pueblo, y que todo creyente en Cristo es un heredero de estas promesas, porque hemos sido redimidos de la maldición de la ley y la bendición de Abraham es ahora nuestra! Nosotros como cristianos no debemos ser cautivos de la miseria económica o la enfermedad. Dios ha provisto salud y prosperidad para sus hijos si obedecen los mandamientos de Jesucristo. Eso no significa que todos vamos a ser ricos y millonarios. Hay una gran diferencia pero una misma proporción entre ser pobre y miserable, y entre ser próspero y rico. Dios ha prometido suplir todas nuestras necesidades, no nuestras necedades o caprichos, lo cual deja fuera los lujos, las excentridades, la ostentación y los excesos. Dios quiere que vivamos bien y disfrutemos de todas las cosas, teniendo lo suficiente, conforme a la enseñanza de Jesús de mansedumbre, humildad y balance. Jesús dijo: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mt 7:11) ¿Cuántos de nosotros que somos padres deseamos que nuestros hijos vayan por la vida con hambre, afligidos o enfermos, y que nunca tengan lo suficiente para salir adelante? Ningún padre desea esto. De hecho, trabajamos y nos sacrificamos para procurar que nuestros hijos tengan una mejor educación y una mejor vida que nosotros. Dios puso el ganado, el oro y la plata en la tierra. ¿Es razonable creer que lo hizo solo para los impíos? Naturalmente que Él ama a los pecadores, pero ¿desea que usen para mal lo que Él creo para bien? No. Dios puso todas esas cosas para que Su pueblo las use para Sus propósitos. De hecho, el promete que las riquezas de los impíos irán a dar a las manos de los justos, para que éstos ayuden a los pobres y ayuden a difundir el evangelio. Dios desea siempre lo mejor paras Sus hijos para que puedan cumplir Sus propósitos y vivir conforme a Su voluntad. Entonces, en vez de andar dando lástima y vivir como limosneros, viviendo de la compasión de los demás, deberíamos vivir agradecidos con Dios cada día porque él desea que seamos prosperados en todo, y que tengamos salud, así como prospera nuestra alma. 


Si sucede lo contrario, entonces debemos ejercitar nuestra fe y confesar la palabra de Dios y no las circunstancias. 


Si por causa de nuestros pecados o malas decisiones nos hemos acarreado pobreza, miseria, enfermedad o escasez, arrepintámonos delante de Dios, confesando nuestros pecados y apartándonos de ellos, y alcanzaremos misericordia y prosperidad. 


Si por causa de nuestra pereza hemos dejado de tener la palabra de Dios en nuestra boca, y ni de día ni de noche meditamos en ella para guardar y hacer conforme a todo lo que Jesucristo mandó, y por eso estamos arruinados y todo nos sale mal, ¡levantémonos de nuestro letargo espiritual, esforcémonos en la gracia, seamos valientes y comencemos de nuevo a oír, leer, estudiar, meditar y memorizar la palabra de Dios, para ponerla por obra, para entonces hacer prosperar nuestro camino y que todo nos salga bien. 


Si es Satanás quien nos estorba, porque vino a robar, a matar y a destruir, echémoslo fuera en el nombre de Jesús. Ejerzamos la autoridad que nos fue dada de parte de Jesucristo para pisar principados y potestades, y sobre toda fuerza del diablo, pues nada nos dañará. Ordenemos al diablo que quite sus sucias y asquerosas manos de nuestra salud, nuestra familia, nuestras finanzas, nuestro ministerio y nuestro país. 


Obedezcamos y agrademos a Dios siempre en todo, y Dios aplastará a Satanás debajo de nuestros pies, y así como lo reprendió y lo maldijo en el jardín del Edén, así lo reprenderá, lo azotará, lo maldecirá y lo exhibirá humillado y avergonzado, y nos llevará siempre en triunfo en Cristo Jesús. ¡Así sea!