martes, 16 de agosto de 2011

Tema del dia 100

LA PROMESA Y SU CUMPLIMIENTO
El Señor Jesús prometió ríos de agua viva a todos los que creyesen en Él


Jesús prometió el regalo del Espíritu Santo: Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad, el cual el mundo no puede recibir porque no lo ve ni le conoce; pero vosotros lo conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros (Jn 14:16-17). Esa promesa se cumplió diez días después de ascender al Cielo, el día de Pentecostés, como dijo Pedro: Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís (Hch 2:33). Jesús oró para que el Padre enviara a otro Consolador para que estuviese en nosotros siempre. Entonces, en el día de Pentecostés fue derramado el Espíritu Santo, quien ha estado en la tierra siempre. No es cuestión del Padre dar a alguien el Espíritu Santo. Es cuestión nuestra recibir el Espíritu Santo. Note las palabras de Jesús: Y yo rogaré al Padre y os dará otro consolador, para que esté con vosotros para siempre. Cuando recibimos a Cristo recibimos el Espíritu Santo, y el Espíritu es una persona, no una cosa. Hemos oído decir a la gente, “recibí el bautismo”. Sin embargo, ellos no recibieron una cosa, sino una manifestación del Espíritu porque tienen al Espíritu dentro de ellos. Otros dicen “estoy lleno del bautismo”. No están llenos del bautismo, ni siquiera están llenos del bautismo del Espíritu Santo, están llenos del Espíritu Santo, la tercera persona de la trinidad. Recibir el bautismo en el Espíritu Santo es más que una simple experiencia: Una personalidad divina, que vive en nosotros, se hace manifiesta, pues mora en nosotros, hace su hogar en nosotros. No debe preocuparnos tanto una experiencia externa que cause que perdamos la noción de que el Espíritu Santo mora en nosotros, pues desde que creímos en Jesús vino a vivir dentro de nosotros, lo sintamos o no. Si hemos sido llenos del Espíritu Santo, debemos estar conscientes de esto cada vez que despertamos. No tenemos que volver atrás para repetir la experiencia de la manifestación que tuvimos en una situación en el pasado o recibir a Cristo de nuevo en nuestro corazón. ¡Cada día que pasa debe convertirse en algo más real y bello! 


LA PROMESA ES PARA LOS CREYENTES
Hay que percatarse de que el Espíritu Santo no mora en los inconversos; es en los creyentes en quienes mora. Jesús se refirió a esto cuando dijo: El Espíritu de verdad, el cual el mundo no puede recibir. Pero los incrédulos del mundo pueden recibir vida eterna si creen en Jesús: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3:16). Y al recibir a Cristo como salvador –nacen de nuevo, y entonces reciben el Espíritu Santo, como dijo Jesús: El que tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en Él (Jn 7:38-39). Para ilustrarlo, Jesús dijo en Mt 9:17 No echan vino nuevo en odres viejos; de otro manera los odres se rompen, el vino se derrama y los odres se pierden. Pero echan el vino nuevo en odres nuevos… (En aquel tiempo el vino se almacenaba en recipientes de cuero). En las Escrituras el vino es un tipo del Espíritu Santo. Por esto Jesús decía que el Espíritu Santo no podía ser dado al mundo, a menos que fueran hechos nuevas criaturas. Por otro lado, Jesús señaló, si echan vino nuevo en odres viejos, el vino se derrama. Las personas no nacidas de nuevo no pueden recibir el Espíritu Santo, aunque quieran, porque necesitan creer en Jesús para nacer de nuevo y ser nuevas criaturas: De modo que si alguno está en Cristo nueva criatura es  (2Co 5:17). Cuando somos nuevas criaturas, entonces estamos listos para recibir el vino nuevo. Jesús, refiriéndose también al Espíritu Santo, dijo en Lc 11:13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? Dios no es el Padre de todos. Hoy en día se oye mucho hablar acerca de la paternidad de Dios y la hermandad del hombre, que Dios es Padre de todos los seres humanos y que todos somos hermanos. Esto no es verdad. Jesús le dijo a los fariseos, la secta más estricta de la religión judía: Vosotros sois de vuestro padre el diablo (Jn 8:44). Dios únicamente es Padre de aquellos que han nacido de nuevo por medio de recibir a Jesucristo en su corazón y como regalo han recibido el Espíritu Santo al mismo tiempo. Es a nosotros, que hemos creído en Jesús y lo hemos recibido en el corazón y hemos recibido el don del Espíritu Santo, que el Padre promete bautizarnos con el Espíritu Santo: Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días (Hch 1:4-5). Los apóstoles ya habían recibido el Espíritu días antes: Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Jn 21:22). El evangelio no registra ninguna manifestación o evidencia externa cuando Jesús sopló sobre ellos para que recibiesen el Espíritu Santo (Jn 21:23). Más de diez días después de eso, se cumplió la promesa del Padre y entonces fueron bautizados con el Espíritu Santo, lo cual se diferencia en que hubo manifestaciones y evidencias externas visibles: Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hch 2:1-4). La promesa del bautismo en el Espíritu Santo es para todos los que creemos y, como veremos más adelante, hay siete evidencias externas, cuatro inmediatas y tres progresivas, por medio de las cuales podemos saber si hemos sido bautizados en el Espíritu. Y podemos estar seguros de serlo porque Dios siempre cumple sus promesas