martes, 16 de agosto de 2011

Tema del dia 95

LOS SEIS ENEMIGOS DE LA FE
Cuando peleamos la buena batalla de la fe, podemos salir del camino del fracaso al poder ilimitado de Dios


1Ti 6:12 Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos


Hay quienes dicen que debemos batallar contra el diablo. ¿Cómo lo haremos si no somos tan fuertes? Además, Jesús ya venció a Satanás por nosotros. Jesús fue nuestro sustituto en todo. Otros dicen que hay que pelear contra el pecado. ¡Pero Jesús ya quitó de en medio el pecado! Lo que tenemos que hacer es predicar contra el pecado, anunciar a Jesús, la cura para el pecado. La única batalla a la que está llamado el creyente es a “pelear la buena batalla de la fe”. Debido a que tal batalla existe y es real, entonces hay enemigos contra los cuales debemos pelear, que son los enemigos de la fe, los cuales somos llamados a vencer. 


ENEMIGO #1: NO ENTENDER QUÉ SIGNIFICA SER UNA NUEVA CRIATURA EN CRISTO JESÚS
2Co 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas


No entender lo que significa ser una nueva criatura es un obstáculo para nuestra fe. Mucha gente no se da cuenta de que realmente son nuevas criaturas. Piensan que cuando son salvados, lo único que Dios hace es perdonar sus pecados. Haría poco bien si esto fuera lo único que recibiera un pecador, puesto que es hijo del diablo y aún así se iría al infierno. Debe nacer de nuevo. Debe volverse una nueva criatura, dejando atrás sus modos antiguos y pecadores. Pero no somos solamente perdonados. No somos solo miembros de la iglesia que apenas seguimos adelante. No estamos viviendo al final de la cuadra de la calle “luchando por entrar al cielo” junto al callejón de la amargura. ¡Eso no es para nosotros! Somos nuevas criaturas, creados por Dios en Jesucristo con la misma vida y naturaleza de Dios en nuestros espíritus. Somos hijos de Dios, herederos de Dios y coherederos con Cristo. Al recibir a Jesús Dios hizo en nosotros el milagro del nuevo nacimiento ¡tenemos una nueva naturaleza! 


ENEMIGO #2: NO ENTENDER NUESTRO LUGAR EN CRISTO
Ro 8:37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó


Todos los cristianos, sin excepción, deberían escribir las frases del Nuevo Testamento en las epístolas que dicen: “En Cristo”, “en quién” y “en él”, porque escribirlas les ayudará a recordarlas. Hay 140 expresiones por el estilo en el Nuevo Testamento. Si leen y meditan en estas escrituras hasta que formen parte de su vida, la vida les será completamente diferente. Conforme lean y escriban estos versículos repítanse: “Esto es lo que soy. Esto es lo que tengo en Jesucristo”. 


ENEMIGO #3 NO ENTENDER LA JUSTICIA DE DIOS
2Co 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado (1 Jn 1:7). 


Por lo tanto, por el Nuevo Nacimiento, nos volvemos  nuevas criaturas justas. Somos hijos e hijas de Dios como si nunca hubiésemos pecado. Tenemos a Cristo en el corazón y por lo tanto tenemos Su presencia sin conciencia de pecado; sin sentimientos de culpa o pena. Estamos en la presencia de Dios porque el Padre, Jesús Su Hijo y el Espíritu Santo viven dentro de nosotros. Cuando nacimos de nuevo se perdonaron nuestros pecados, porque nuestra vida anterior dejó de existir. Dios dijo que no recordaría nuestras transgresiones (Jer 31:34). Y si Él no las recuerda, ¿por qué lo haríamos nosotros? Alguien podría decir:  “He cometido pecados desde que soy cristiano, ¿cómo puede ser justo?”. La respuesta a esta pregunta se encuentra en 1ª Juan 1:9, “ Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Cuando el creyente que ha pecado confiesa su pecado y pide perdón, el Señor hace dos cosas: lo perdona y lo limpia de toda maldad. Cuando pecamos, sentimos la culpa y tenemos un sentido de injusticia. No nos sentimos dignos de tener la presencia de Dios. Pero cuando confesamos nuestros pecados, Él nos perdona y nos limpia, y nos quita toda condenación. La palabra “injustos” es únicamente la palabra “justos” con el prefijo “in” frente a ella; esto significa “no justos”. Si se nos limpia la  “no justicia” somos justos de nuevo. 


ENEMIGO #4: NO ENTENDER NUESTRO DERECHO DE USAR EL NOMBRE DE JESÚS
Jn 16:23-24 En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido


Cuando nos damos cabal cuenta del nombre de Jesús, cuando entendemos lo que hace Su Nombre, podemos vencer a Satanás y disfrutar la victoria. Jesús dijo a sus discípulos “id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los creen…” (Mr 16:15-17) Estas señales deberán seguir los que creen el Evangelio, no solo a la primera Iglesia, no solo los apóstoles, no solo los predicadores. Todos los creyentes pueden expulsar a los demonios en Su Nombre. Todos los creyentes tienen autoridad sobre espíritus malignos en el Nombre de Jesús. En su Nombre hablarán en otras lenguas. En su Nombre impondrán las manos en los enfermos y estos se sanarán. El Nombre de Jesús tiene autoridad y poder hoy en día, ¡y ese Nombre nos pertenece! 


ENEMIGO #5: NO ACTUAR CONFORME A LA PALABRA
Si sabemos que la Escritura es verdadera y actuamos en consecuencia, se vuelve una realidad en nuestras vidas. La Biblia dice “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.” (Pr 3:5) Todo lo que debemos preguntar es: “¿Qué dice la Palabra de Dios?” La gente se pregunta por qué no se sanan. Citan Escrituras tales como “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” (Mt 8:17) y “quién llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (1P 2:24). Dicen que creen en estas Escrituras, pero, ¿alguna vez has actuado como si estas Escrituras fueran verdad? Cuando rondaba por los cuarenta, le dijeron a Simpson, un ministro presbiteriano que después fundó la Alianza Cristiana y Misionera, que estaba muriendo de una condición cardiaca y que solo le quedaban algunos meses de vida. Tomó unas vacaciones en la playa, donde pudo pasar tiempo estudiando la Palabra de Dios sobre el tema de sanidad divina, un tema que le había interesado. Escribe en su libro El Evangelio de la sanidad: “… el verano del que hablo escuché de muchas personas que testificaban haber sanado simplemente confiando en la Palabra de Cristo, tal como lo harían para su salvación. Me condujo a mi Biblia. Determiné que de una u otra manera debía aclarar ese asunto. Entonces creí, confesé y fui sanado totalmente”. ¿De verdad creemos en lo que dice la palabra de Dios y como consecuencia confesamos la palabra y no la apartamos de nuestros ojos no de día ni de noche? 


ENEMIGO #6: NO AFERRARNOS A NUESTRA CONFESIÓN
Ro 10:10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación
Mr 11:23-24 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá


Un joven ministro de San Luis una vez dijo “Tengo 32 años. Los doctores me han dicho que es imposible que mi mujer tenga hijos. Pero oraron por mí y mi esposa, y aprendimos a creer en la Escritura y a confesarla por fe. Desde entonces mi mujer empezó a confesar que tendría un hijo. Ella siempre me había dicho que le gustaría tener un hijo. Ahora diría que tendríamos un hijo. Doce meses después enviamos cartas a los amigos anunciando que habíamos tenido una rebosante bebé. Lo único que tuvimos que hacer fue actuar conforme a la Palabra.” La fe se mide por nuestra confesión. Nuestra utilidad en el Señor se mide por nuestra confesión. A la larga nos tomamos lo que confesamos, ya sea para bien o para mal. Existe una confesión de nuestros corazones y una confesión de nuestros labios; estas dos se armonizan y nos volvemos poderosos en nuestra vida de oración. La razón por la que muchos cristianos son derrotados es porque tienen una confesión negativa. Se la pasan hablando de sus debilidades y fracasos, e invariablemente se hunden en el nivel de su confesión. Existe una ley bíblica de los labios de Jesús en Mr 11: 23-24 …creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Esta ley es que nuestra confesión nos rige. Somos lo que decimos. La mujer con el problema de sangre, cuya historia encontramos en Marcos 5:25-34 dijo: “Si tocare tan solamente su manto, seré salva.” Y Jesús le dijo: “Hija tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.” Lo que ella dijo fue su fe hablando, y así sucedió. Cuando peleamos “La buena batalla de la fe” como nos exhorta el Apóstol Pablo, podemos salir del estrecho lugar del fracaso y debilidad en que vivimos hacia el poder ilimitado de Dios.