APRENDIENDO A SER GUIADO POR EL ESPÍRITU SANTO.
Así como los padres guían a los hijos, de igual manera Dios, nuestro Padre, puede guiarnos por medio del Espíritu.
En esta lección veremos cuatro reglas para lograrlo: Meditar en la palabra de Dios, Practicar la Palabra de Dios, Poner en primer lugar la Palabra de Dios y Obedecer al instante la voz del Espíritu Santo por medio de nuestro espíritu. Mientras apliquemos dichos principios en nuestras vidas, podremos conocer la voluntad de Dios en nuestra vida aún en los detalles más pequeños. Dios se comunica por medio de Su Espíritu Santo con nuestro espíritu, no con nuestras facultades mentales. Al hacer caso instantáneo a nuestra voz espiritual, nos damos cuenta de que obedecemos al Espíritu Santo. Dios lo dice en su palabra: Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón (Pr 20:27). Esto significa que Dios usará nuestro propio espíritu para guiarnos. El Espíritu del hombre es la lámpara del Señor.
Regla 1: Meditar en la Palabra de Dios.
Jos 1:8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Cuando Dios ungió a Josué para guiar a los hijos de Israel después de la muerte de Moisés, desde un principio le habló de la importancia de meditar en la Palabra. Otra traducción de la última frase de Josué 1:8 dice así: Serás capaz de lidiar sabiamente con las cosas de la vida. En definitiva, no podríamos tener éxito de no saber lidiar sabiamente con las cosas de la vida. Dios le dijo a Josué que si meditaba en la Palabra, Dios haría próspero su camino y todo le saldría bien. Los hombres y mujeres profundamente espirituales son aquellos que se toman tiempo para la meditación de las Sagradas Escrituras. Nadie puede desarrollar sabiduría espiritual sin meditar en la Palabra de Dios. En una ocasión, un pastor quería que en su iglesia todo saliera bien. Viajó por todo el país recorriendo muchas de las iglesias más grandes, estudiando sus métodos y tratando de averiguar qué era lo que hacía que les salieran bien las cosas y que tuvieran éxito. De regreso, trajo consigo todas las ideas y programas a su iglesia, pero nada parecía funcionar. Después de recibir la revelación de Josué 1:8, decidió intentarlo. En lugar de tratar de pedirle cosas a Dios, se hizo el propósito de apartar un tiempo para meditar en la Palabra. Después de 30 días, un domingo por la mañana, al final del sermón, una cantidad impresionante de almas pasaron al frente. En ese servicio se ganaron más almas de las que se habían ganado en aquella iglesia durante los últimos dos años. Su testimonio podría ser el de cualquier otro creyente que decidiera seguir su ejemplo y pasara tiempo meditando en la Palabra de Dios. Silencie al mundo. Si tiene la ambición de lograr algo que vale la pena, le sugiero que tome tan solo 10 o 15 minutos de su tiempo para meditar en la Palabra de Dios. Comience a desarrollar este hábito maravilloso.
Regla 2: Practicar la Palabra de Dios.
Stg 1:22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. El practicar la Palabra de Dios es lo que Santiago llama el ser hacedores de la palabra.
La mayoría de la gente cree que ser un hacedor de la Palabra es guardar los Diez Mandamientos de la Ley. Pero ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, y ahora debemos guardar los mandamientos de Jesús, que giran alrededor del amarnos los unos a los otros como él nos ha amado. El Espíritu Santo lo confirmó por boca de Pablo cuando dijo que el cumplimiento de la ley es el amor. Si amas a alguien no le robas ni le mientes. Si caminamos en amor, caminaremos en la verdad, y estaremos poniendo en práctica la Palabra de Dios. Por ejemplo, Pablo escribió a los Filipenses: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.(Fil 4:6). La Biblia Amplificada dice: “No se inquieten ni estén ansiosos por nada. Antes bien, en todo, mediante oración y súplica, sean dadas a conocer sus peticiones específicas con acción de gracias delante de Dios.” Normalmente solo ponemos en práctica una parte de dicho versículo, pues oramos pero no dejamos de preocuparnos, o nos quejamos en lugar de dar gracias, o no suplicamos. Pero si no hacemos todo lo que dice la Escritura, no estamos practicando la Palabra de Dios. Primeramente, el Señor dijo que no nos inquietemos. Si vamos a preocuparnos y a inquietarnos, no hace ningún bien el presentar nuestras peticiones. Si Dios dice que no nos preocupemos, esto significa que debemos guardar eso, porque Él ya nos ha dado el poder para hacerlo. Dios es un Dios justo, y no nos pedirá que hagamos algo que no podamos hacer. Muchísimos cristianos tienen fe para poner sus peticiones delante de Dios, pero les cuesta trabajo creer que no tienen de qué preocuparse o inquietarse. Sin embargo, Dios dice que no debemos inquietarnos ni preocuparnos. Entonces debemos declarar: “Me niego a preocuparme, inquietarme o ponerme ansioso por nada” y luego poner nuestras peticiones delante de Él y después darle gracias. El hacer esto calma y da paz al espíritu turbado que el maligno tratará de hacer que uno tenga. Si el tormento sigue, entonces es recomendable venir a este versículo y leerlo una y otra vez y declararlo por la fe. Si seguimos el consejo de Pablo y “no nos inquietamos ni nos sentimos ansiosos”, podemos creer la promesa de Dios de este versículo: Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (Fil 4:7). La versión Amplificada dice: “La paz de Dios te presidirá y te cubrirá”. Mucha gente quiere recibir la promesa de Dios, pero no quiere hacer lo que dice el versículo 6 que debe hacerse para conseguirlo. Sin embargo, para recibir esa paz que sobrepasa todo entendimiento debemos
(1) No estar afanados por nada
(2) Hacer conocidas nuestras peticiones delante de Dios…
(3) Orando
(4) Rogando
(5) y dando gracias.
Al practicar la Palabra de Dios aprendemos a ser guiados por el Espíritu. ¿Podemos cosechar los resultados y tener paz sin ser un hacedor de la Palabra? No, definitivamente no podemos. Seamos hacedores de la Palabra y creceremos espiritualmente.
Regla 3: Poner en primer lugar la Palabra de Dios.
Pr 4:20-22 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.
Con tantas voces rodeándonos, es difícil detenernos y escuchar la voz de la Palabra de Dios. La familia y los amigos están dispuestos a darnos sus opiniones y consejos. Sin embargo, una parte esencial al aprender a ser guiados por el Espíritu es aprender a escuchar lo que la Palabra de Dios tiene para decirnos. Esto significa poner en primer lugar la Palabra en nuestras vidas. En Pr 4:20-22 Dios nos dice que hagamos 3 cosas con Su Palabra: (1) Escucharla (2) Leerla (3) Memorizarla. En el verso 21 dice: Inclina tu oído a mis razones. Cada vez que la Biblia se lee en voz alta – ya sea en la iglesia, devocionales, en un programa de televisión o radio – debemos prestar atención a la Palabra. En el verso 21 dice Que no se aparten de tus ojos. Es decir, pasemos tiempo a solas leyendo la Palabra de Dios. Permitamos que entren profundo en nuestros pensamientos y corazones. También dice guárdalas en lo profundo de tu corazón. Eso implica memorizarla. Si hacemos estas tres cosas, encontraremos que la Palabra de Dios es vida para los que las hallan y medicina para todo su cuerpo (v22). Entraremos a la vida abundante en Cristo Jesús. Encontraremos sanidad física para nuestros cuerpos. Todo lo que necesitamos hacer es poner en primer lugar en nuestras vidas la Palabra de Dios.
Regla 4: Obedecer al instante la voz de Dios por medio de nuestro espíritu.
El espíritu humano tiene voz. La llamamos la voz de la conciencia. Algunas veces la llamamos intuición, o voz interior. Es nuestro espíritu hablándonos. Cada espíritu del hombre tiene voz, sea salvo o no. Cuando el hombre no ha nacido de nuevo, su espíritu está muerto y es influenciado por los espíritus inmundos y la voluntad de su carne y sus pensamientos. Cuando recibimos a Cristo, nacemos de nuevo, del Espíritu, y el espíritu humano es renacido, y por eso necesitamos aprender a escuchar la voz de Dios por medio de nuestra conciencia. Nuestro espíritu tiene la vida y naturaleza de Dios porque el Espíritu Santo mora dentro de nosotros y hemos sido hechos un solo espíritu con él: Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él (1Co 6:18). El maligno ya no tiene acceso a darle información a nuestro espíritu como antes, porque ahora el Espíritu Santo está morando en nuestro espíritu, alma y cuerpo, y el único acceso que le queda es nuestra mente. Dios se comunica con nosotros por y a través de nuestro espíritu, porque Dios es Espíritu. Si bien Cristo está en nosotros y llena todo nuestro ser y nuestro cuerpo es templo del Espíritu y nuestra alma Su morada, es por medio de nuestro espíritu, donde habita, que tiene comunión con nosotros y desde donde obtenemos información acerca de Dios, como lo explicó Pablo en 1Co 2:11-12 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? ... Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido. Algunas personas dicen que la conciencia no es siempre la mejor guía, pero esto no siempre es verdad. La conciencia es una guía segura para el creyente lleno del Espíritu porque Dios está morando dentro de él. La conciencia del creyente, la voz de su espíritu, se convierte en la voz de Dios. Dios le está hablando a él. Pablo dijo que él obedecía a su conciencia (Hch 23:1). Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre (Pr 20:27). Dios usará su espíritu para guiarle. Él usará su espíritu para iluminarlo. Mientras su espíritu medita y se alimenta en la Palabra, se convierte en una guía más segura. Está entrenado en la Palabra. Es una inmensa bendición saber que bajo la gracia todos, absolutamente todos los creyentes, somos reyes, sacerdotes y profetas de Dios: Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños, y de cierto sobre mis siervos y mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu y profetizarán (Hch 2:17-18). Como regla en la vida de todos los creyentes, si estos han aprendido a ser guiados por el Espíritu Santo escuchando la voz de Dios por medio de su espíritu humano, la voz interior, la voz de su conciencia, es la voz de Dios. Entonces, al practicar estas cuatro reglas, podemos estar seguros de que la voz de nuestra conciencia es la voz del Espíritu Santo, la voz de Dios, guiándonos y dirigiéndonos, y podemos llegar a saber qué hacer en cada fase de nuestras vidas, pues Jesucristo es quién nos guía.
Así como los padres guían a los hijos, de igual manera Dios, nuestro Padre, puede guiarnos por medio del Espíritu.
En esta lección veremos cuatro reglas para lograrlo: Meditar en la palabra de Dios, Practicar la Palabra de Dios, Poner en primer lugar la Palabra de Dios y Obedecer al instante la voz del Espíritu Santo por medio de nuestro espíritu. Mientras apliquemos dichos principios en nuestras vidas, podremos conocer la voluntad de Dios en nuestra vida aún en los detalles más pequeños. Dios se comunica por medio de Su Espíritu Santo con nuestro espíritu, no con nuestras facultades mentales. Al hacer caso instantáneo a nuestra voz espiritual, nos damos cuenta de que obedecemos al Espíritu Santo. Dios lo dice en su palabra: Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón (Pr 20:27). Esto significa que Dios usará nuestro propio espíritu para guiarnos. El Espíritu del hombre es la lámpara del Señor.
Regla 1: Meditar en la Palabra de Dios.
Jos 1:8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Cuando Dios ungió a Josué para guiar a los hijos de Israel después de la muerte de Moisés, desde un principio le habló de la importancia de meditar en la Palabra. Otra traducción de la última frase de Josué 1:8 dice así: Serás capaz de lidiar sabiamente con las cosas de la vida. En definitiva, no podríamos tener éxito de no saber lidiar sabiamente con las cosas de la vida. Dios le dijo a Josué que si meditaba en la Palabra, Dios haría próspero su camino y todo le saldría bien. Los hombres y mujeres profundamente espirituales son aquellos que se toman tiempo para la meditación de las Sagradas Escrituras. Nadie puede desarrollar sabiduría espiritual sin meditar en la Palabra de Dios. En una ocasión, un pastor quería que en su iglesia todo saliera bien. Viajó por todo el país recorriendo muchas de las iglesias más grandes, estudiando sus métodos y tratando de averiguar qué era lo que hacía que les salieran bien las cosas y que tuvieran éxito. De regreso, trajo consigo todas las ideas y programas a su iglesia, pero nada parecía funcionar. Después de recibir la revelación de Josué 1:8, decidió intentarlo. En lugar de tratar de pedirle cosas a Dios, se hizo el propósito de apartar un tiempo para meditar en la Palabra. Después de 30 días, un domingo por la mañana, al final del sermón, una cantidad impresionante de almas pasaron al frente. En ese servicio se ganaron más almas de las que se habían ganado en aquella iglesia durante los últimos dos años. Su testimonio podría ser el de cualquier otro creyente que decidiera seguir su ejemplo y pasara tiempo meditando en la Palabra de Dios. Silencie al mundo. Si tiene la ambición de lograr algo que vale la pena, le sugiero que tome tan solo 10 o 15 minutos de su tiempo para meditar en la Palabra de Dios. Comience a desarrollar este hábito maravilloso.
Regla 2: Practicar la Palabra de Dios.
Stg 1:22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. El practicar la Palabra de Dios es lo que Santiago llama el ser hacedores de la palabra.
La mayoría de la gente cree que ser un hacedor de la Palabra es guardar los Diez Mandamientos de la Ley. Pero ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, y ahora debemos guardar los mandamientos de Jesús, que giran alrededor del amarnos los unos a los otros como él nos ha amado. El Espíritu Santo lo confirmó por boca de Pablo cuando dijo que el cumplimiento de la ley es el amor. Si amas a alguien no le robas ni le mientes. Si caminamos en amor, caminaremos en la verdad, y estaremos poniendo en práctica la Palabra de Dios. Por ejemplo, Pablo escribió a los Filipenses: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.(Fil 4:6). La Biblia Amplificada dice: “No se inquieten ni estén ansiosos por nada. Antes bien, en todo, mediante oración y súplica, sean dadas a conocer sus peticiones específicas con acción de gracias delante de Dios.” Normalmente solo ponemos en práctica una parte de dicho versículo, pues oramos pero no dejamos de preocuparnos, o nos quejamos en lugar de dar gracias, o no suplicamos. Pero si no hacemos todo lo que dice la Escritura, no estamos practicando la Palabra de Dios. Primeramente, el Señor dijo que no nos inquietemos. Si vamos a preocuparnos y a inquietarnos, no hace ningún bien el presentar nuestras peticiones. Si Dios dice que no nos preocupemos, esto significa que debemos guardar eso, porque Él ya nos ha dado el poder para hacerlo. Dios es un Dios justo, y no nos pedirá que hagamos algo que no podamos hacer. Muchísimos cristianos tienen fe para poner sus peticiones delante de Dios, pero les cuesta trabajo creer que no tienen de qué preocuparse o inquietarse. Sin embargo, Dios dice que no debemos inquietarnos ni preocuparnos. Entonces debemos declarar: “Me niego a preocuparme, inquietarme o ponerme ansioso por nada” y luego poner nuestras peticiones delante de Él y después darle gracias. El hacer esto calma y da paz al espíritu turbado que el maligno tratará de hacer que uno tenga. Si el tormento sigue, entonces es recomendable venir a este versículo y leerlo una y otra vez y declararlo por la fe. Si seguimos el consejo de Pablo y “no nos inquietamos ni nos sentimos ansiosos”, podemos creer la promesa de Dios de este versículo: Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (Fil 4:7). La versión Amplificada dice: “La paz de Dios te presidirá y te cubrirá”. Mucha gente quiere recibir la promesa de Dios, pero no quiere hacer lo que dice el versículo 6 que debe hacerse para conseguirlo. Sin embargo, para recibir esa paz que sobrepasa todo entendimiento debemos
(1) No estar afanados por nada
(2) Hacer conocidas nuestras peticiones delante de Dios…
(3) Orando
(4) Rogando
(5) y dando gracias.
Al practicar la Palabra de Dios aprendemos a ser guiados por el Espíritu. ¿Podemos cosechar los resultados y tener paz sin ser un hacedor de la Palabra? No, definitivamente no podemos. Seamos hacedores de la Palabra y creceremos espiritualmente.
Regla 3: Poner en primer lugar la Palabra de Dios.
Pr 4:20-22 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.
Con tantas voces rodeándonos, es difícil detenernos y escuchar la voz de la Palabra de Dios. La familia y los amigos están dispuestos a darnos sus opiniones y consejos. Sin embargo, una parte esencial al aprender a ser guiados por el Espíritu es aprender a escuchar lo que la Palabra de Dios tiene para decirnos. Esto significa poner en primer lugar la Palabra en nuestras vidas. En Pr 4:20-22 Dios nos dice que hagamos 3 cosas con Su Palabra: (1) Escucharla (2) Leerla (3) Memorizarla. En el verso 21 dice: Inclina tu oído a mis razones. Cada vez que la Biblia se lee en voz alta – ya sea en la iglesia, devocionales, en un programa de televisión o radio – debemos prestar atención a la Palabra. En el verso 21 dice Que no se aparten de tus ojos. Es decir, pasemos tiempo a solas leyendo la Palabra de Dios. Permitamos que entren profundo en nuestros pensamientos y corazones. También dice guárdalas en lo profundo de tu corazón. Eso implica memorizarla. Si hacemos estas tres cosas, encontraremos que la Palabra de Dios es vida para los que las hallan y medicina para todo su cuerpo (v22). Entraremos a la vida abundante en Cristo Jesús. Encontraremos sanidad física para nuestros cuerpos. Todo lo que necesitamos hacer es poner en primer lugar en nuestras vidas la Palabra de Dios.
Regla 4: Obedecer al instante la voz de Dios por medio de nuestro espíritu.
El espíritu humano tiene voz. La llamamos la voz de la conciencia. Algunas veces la llamamos intuición, o voz interior. Es nuestro espíritu hablándonos. Cada espíritu del hombre tiene voz, sea salvo o no. Cuando el hombre no ha nacido de nuevo, su espíritu está muerto y es influenciado por los espíritus inmundos y la voluntad de su carne y sus pensamientos. Cuando recibimos a Cristo, nacemos de nuevo, del Espíritu, y el espíritu humano es renacido, y por eso necesitamos aprender a escuchar la voz de Dios por medio de nuestra conciencia. Nuestro espíritu tiene la vida y naturaleza de Dios porque el Espíritu Santo mora dentro de nosotros y hemos sido hechos un solo espíritu con él: Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él (1Co 6:18). El maligno ya no tiene acceso a darle información a nuestro espíritu como antes, porque ahora el Espíritu Santo está morando en nuestro espíritu, alma y cuerpo, y el único acceso que le queda es nuestra mente. Dios se comunica con nosotros por y a través de nuestro espíritu, porque Dios es Espíritu. Si bien Cristo está en nosotros y llena todo nuestro ser y nuestro cuerpo es templo del Espíritu y nuestra alma Su morada, es por medio de nuestro espíritu, donde habita, que tiene comunión con nosotros y desde donde obtenemos información acerca de Dios, como lo explicó Pablo en 1Co 2:11-12 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? ... Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido. Algunas personas dicen que la conciencia no es siempre la mejor guía, pero esto no siempre es verdad. La conciencia es una guía segura para el creyente lleno del Espíritu porque Dios está morando dentro de él. La conciencia del creyente, la voz de su espíritu, se convierte en la voz de Dios. Dios le está hablando a él. Pablo dijo que él obedecía a su conciencia (Hch 23:1). Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre (Pr 20:27). Dios usará su espíritu para guiarle. Él usará su espíritu para iluminarlo. Mientras su espíritu medita y se alimenta en la Palabra, se convierte en una guía más segura. Está entrenado en la Palabra. Es una inmensa bendición saber que bajo la gracia todos, absolutamente todos los creyentes, somos reyes, sacerdotes y profetas de Dios: Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños, y de cierto sobre mis siervos y mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu y profetizarán (Hch 2:17-18). Como regla en la vida de todos los creyentes, si estos han aprendido a ser guiados por el Espíritu Santo escuchando la voz de Dios por medio de su espíritu humano, la voz interior, la voz de su conciencia, es la voz de Dios. Entonces, al practicar estas cuatro reglas, podemos estar seguros de que la voz de nuestra conciencia es la voz del Espíritu Santo, la voz de Dios, guiándonos y dirigiéndonos, y podemos llegar a saber qué hacer en cada fase de nuestras vidas, pues Jesucristo es quién nos guía.